En su libro da siete claves para prevenir problemas de conducta en la adolescencia. ¿Cuáles son?

Apuntamos cinco claves para favorecer el desarrollo psicológico del adolescente y dos sobre cómo enseñar a los padres a detectar cuándo los hijos tienen problemas y hay que pedir ayuda. Las cinco primeras están basadas en la autoestima y la educación positiva; los límites, normas y negociación; la tercera es la conducta proactiva que es fomentar la responsabilidad y el esfuerzo y la consecución de objetivos; la cuarta es gestionar emociones para un bienestar emocional, y la quinta la comunicación efectiva entre padres e hijos para lograr una resolución en la familia. Detrás de estas claves hay reflexiones y ejercicios para saber cómo actuar en momentos concretos.

¿Y las dos para ayudar a los padres a detectar problemas?

Son para diferenciar cuándo es un proceso de autonomía y cuándo es una rebeldía, cuándo hay tristeza y cuándo hay depresión, y cuándo es una rabia sana y evolutiva o se convierte en violencia. Y también se trata las drogas y adicciones que es el capítulo de Pedro García.

¿Cuándo deben los padres preocuparse y buscar ayuda?

Pasa algo cuando hay frecuencia, un grado de distorsión y sufrimiento en la familia. Una cosa es que respondan mal a un no, pero no es normal que ante cualquier frustración entren en una barrera de agresividad.

¿Entonces estas actitudes a veces despectivas u hostiles son normales?

Es normal que busquen su autonomía. Es muy importante no preocuparse por determinadas actitudes como cuando dicen: «Déjame en paz» o «yo ya soy mayor», pero hay que detectar cuando ya no empieza a ser normal. En las interacciones es cuando las mayorías de relaciones entre padres e hijos son hostiles y se agrava cuando hay mucha permisividad y empezamos a ceder. No se trata de ceder sino de negociar. Hay que saber escuchar y negociar pero el timón lo deben llevar los padres. No hay que ceder por amenazas o miedo al conflicto.

¿Son ahora los adolescentes más conflictivos que generaciones anteriores?

La sociedad ha cambiado bastante. Pasamos de un control excesivo a una permisividad excesiva. Hay que buscar un término medio sano, con límites porque los adolescentes los necesitan. Ante una frustración o un no, ellos pueden engancharse a una conducta negativa y entrar en rabia y hostilidad y así emerge una conducta negativa, reactiva y frustrada. Una actitud proactiva es buscar lo que quieren pero con conductas responsables, hacer conductas positivas y no culpabilizar al mundo de lo que no consiguen.

¿Cómo?

Se usa mucho el castigo y poco las consecuencias lógicas. Por ejemplo, yo me dejo la cama sin hacer y cuando vuelvo me dicen: «No has hecho la cama, te quedas sin ver la tele», pero no tiene nada que ver. Lo que hay que hacer es no hacer la cama y al final se cansa de dormir en una cama mal hecha y la hace.

¿Es una época de dolor para el joven?

La transición de niño a adulto es una etapa complicada porque a nivel psicológico se creen mayores pero no tienen los recursos del adulto. Se crean una coraza para defenderse del mundo. Por dentro empiezan a vivir las experiencias como algo único y enorme. Lo bueno es fantástico y lo malo terrible; amplifican todo lo que ocurre.