La música hardcore aún retumba en las inmediaciones del aeródromo de Benagéber, un pequeño pueblo de la comarca de Los Serranos con poco más de 200 habitantes censados que se ha visto sorprendido por la organización de una macrofiesta ilegal con más de 3.000 asistentes coordinada desde el pasado 31 de diciembre. Tras cinco días de intensa celebración, más de la mitad de los participantes ya han abandonado la parcela ocupada, aunque cerca de 1.000 personas permanecen en las pistas utilizadas para el aterrizaje de aviones contraincendios festejando la entrada del 2015 gracias a esta «rave».

Y es que la Muela de Benagéber está siendo escenario en el comienzo de año de un evento multitudinario, que ha reunido a jóvenes de media Europa. «Yo vivo en Londres y recibí un primer correo electrónico en octubre, en el que se me invitaba a la free-party. No tuve dudas que de acudiría». La que habla es una de las asistentes, que espera a unos amigos a las afueras de la pista de aterrizaje invadida por grandes altavoces. Cumple con la estética de este tipo de encuentros -rastas, ropa de cuero, cabellera cubierta con múltiples colores-. Lo único que nos pide es que no la identifiquemos en el texto: «Sin nombres ni apellidos por favor».

Su trato es cordial, así como el de la mayoría de grupos que departen con Levante-EMV: «Nos hemos enterado por amigos, por llamadas de teléfono o por las redes sociales. Nos hemos traído todo lo necesario y nuestra intención es disfrutar al máximo».

Montaje exprés

Cómo suele ocurrir en este tipo de eventos, no ha habido anuncios oficiales. Dos grandes camiones y varias furgonetas aparecieron sobre las ocho de la tarde del 31 de diciembre en los accesos del aeródromo, cruzándose con algunos vecinos, que les preguntaron si se habían perdido: «Dijeron que no, que sabían donde iban. En cuatro horas lo tenían todo montado», relatan algunos de los habitantes del pequeño núcleo poblacional. El contacto con los asistentes a la rave ha sido mínimo. De hecho, han sido los propios benageberos los que han tenido que acercarse hasta la macrofiesta si querían saber más.

Y es que en el aeródromo se ha asentado un heterogéneo campamento, donde franceses y catalanes son mayoría en un «poblado» que podría definirse como autosuficiente: hay barras donde consumir alcohol, puestecitos de café, tiendas de diversos productos -se puedan adquirir hasta artículos de ropa de piel-, stands de comida y una crepería.

Solamente el insistente y elevado sonido de la música procedente de los grandes altavoces conectados a generadores y repartidos en dos pistas y la gran presencia de canes delata a esta comunidad que podría pasar desapercibida sin problemas. Y la presunta consumición de drogas.

Y no sólo son grupos de jóvenes los que se han citado estos días en Benagéber. Parejas de adultos e, incluso, familias también se han acercado hasta la macrofiesta. Ese es el caso de Juliette -no es su nombre real-, que atendió a este periódico mientras jugaba con su hijo en una parcela algo apartada y donde se encontraban aparcados tres tráilers y varias caravanas. Tras pedir la pertinente acreditación, argumentó que este tipo de encuentros forman parte de su día a día: «Nos enteramos a través de unos amigos y nos pareció un buen plan. Así que decidimos venir. Estos días he estado en la fiesta y hoy toca vigilar al peque». La familia de Juliette vive en una camión equipado con todo lo necesario: cocina, zona de descanso, lavabo... forman parte de la comunidad de nómadas del siglo XXI que sobreviven en la carretera.

«A grabar a casa»

Aunque la mayor parte de los consultados no tuvieron problemas en atender a las preguntas, no ocurrió lo mismo con las cámaras. Al ver el equipamiento profesional, algunos de los concentrados en la pista no dudaron en lanzar protestas. «A grabar a casa» fue una de las consignas más repetidas desde la distancia, aunque la cosa no fue a mayores.