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Entrevista | José Luis Vera

"La gran lección de Santa Teresa a los políticos actuales es querer limpiar la corrupción de su casa"

"Carlos Fabra fue pionero, pero una anécdota dentro de una corrupción institucionalizada", asegura

"La gran lección de Santa Teresa a los políticos actuales es querer limpiar la corrupción de su casa"

Llevó como abogado los casos IVEX, Terra Mítica o Fabra. Claro, con lo que habrá visto lo normal era meterse en un convento o convertirse en director general de la Fundación V Centenario del nacimiento de Santa Teresa.

Vi bastante, la verdad, pero no todo invitaba a enclaustrarte en un convento, donde también pueden pasar cosas, no se crea. Porque la corrupción no solamente va ligada a la cuestión económica, a los servidores públicos que se quedan dinero. Tiene un espectro más amplio y dañino y tan viejo como la existencia de los poderes, que es la difamación y la calumnia, que lleva en la mochila hasta muchos muertos. Tras la Guerra Civil mucha gente murió de esa forma por la venganza. Es una corrupción cobarde y más nociva. Cuando la santa hablaba de combatir el chismorreo se refería a eso. Se da en órdenes religiosas, en política y en la empresa.

¿Qué haría hoy Santa Teresa frente a la corrupción?

Hoy tendría dos formas de combatirla: como Jesucristo, sacando a latigazos a los mercaderes que vejaban el templo, y con su ejemplo. Ella luchó contra la corrupción, contra los poderes públicos y eclesiásticos. Lo primero que hizo es querer limpiar su casa, la Iglesia, que estaba completamente corrupta. Es la gran lección de la que deberían tomar nota los políticos. Incluso se salió de la orden corrupta, podrida, en la que estaba y porque no le veía solución y montó las Carmelitas Descalzas. Una orden femenina y luego, con San Juan, los Carmelitas Descalzos. Ella no era una anacoreta encima de una higuera. Pisaba la tierra.

¿Fue la primera feminista?

Sí, en su contexto, claro. El camino de Teresa no fue hacer ninguna revolución como causa global. Ella luchó por su libertad individual, pero irradió su ejemplo.

Carlos Fabra, como Al Capone, fue condenado por delito fiscal. Al final, aunque salió de rositas en el cohecho y el tráfico de influencias, ha acabado en la cárcel con 4 años de condena. ¿Ya no hay motivos para no creer en Dios?

Carlos Fabra fue un pionero en corrupción, pero es una anécdota dentro de un círculo de corrupción casi institucionalizada. El no existir entonces tantas causas abiertas y no haber llegado aún la crisis económica son factores que hicieron que el escándalo fuera menor. La sociedad era más laxa, algo sobre lo que todos deberíamos reflexionar. La corrupción es un problema enorme y no sólo porque es la tumba de un sistema democrático, sino la sepultura de los valores humanistas y cristianos de Occidente.

Acaba de nacer Sociedad Civil Contra la Corrupción, con 28 profesionales, muchos de ellos juristas, que proponen 99 medidas contra la corrupción. Lástima que no naciera hace 15 años.

Pueden ser 99 medidas o 199 o 20. Algunos ya hicimos planteamientos, pero como no era un problema que afectaba como ahora ni había crisis, nadie hizo caso. Ese es el problema de la clase política, que actua siempre a remolque. Un político ha de saber anticiparse. Es triste y lamentable que los partidos sólo actúan cuando les estallan los problemas.

Entre las medidas que proponen está la imposibilidad de relevar a un fiscal en plena investigación „en el caso Fabra se cambió cuatro veces„ y más facilidades para grabar a los investigados. ¿Qué le parece?

Como principio, bien, lo normal es que investigue la misma persona. Y que haya elementos correctores por si el que te toca es una calamidad, que a veces sucede. En el tema de las escuchas, existe el famoso dilema entre libertad y seguridad. Esta última ha ido ganando ese pulso. Antes de que alguien use esas medidas para limitar la libertad, creo que hay otras iniciativas que no chocan. Si das a elegir a la gente entre que le pinchen el teléfono o le ponga una bomba el yihadismo, elige lo primero, pero ese planteamiento es una trampa porque es una tesitura de laboratorio, que nunca se da en estado puro y sirve como coartada para recortar libertades.

Tanto escándalo generó cabreó, desafección y una dimisión generalizada de la condición de ciudadanos. Se instaló el «todos son iguales». Y la oposición ha pagado el pato casi igual que el PP.

Lo que comenta de la dimisión que se produjo como ciudadanos es aterrador. Y ha habido desafección respecto a todos los poderes (políticos, religiosos, económicos). Por suerte muchos ciudadanos se están reenganchando buscando alternativas. Es cierto que a todos los partidos se les mete en el mismo saco de forma injusta. Se equipara a todos, igual que se compara a Monedero con Bárcenas. Dicho lo cual, es verdad que el PSOE ha hecho también sus méritos y tras una brutal transformación de España, perdió impulso y cayó en un planteamiento burocratizador y de establishment.

El PSPV se gastó lo que no tenía en impulsar las causas judiciales contra la corrupción y qué poco rendimiento político le ha sacado.

Obviamente no seré yo quien niegue el mérito y la contribución que se ha hecho a destapar la verdad en los diversos escándalos, pero el problema no es de personarse o no, sino de credibilidad. No sólo se combate impulsando causas judiciales. El problema es que la gente no cree en él. Piensa que el impulso judicial del PSPV es meramente cosmético. El drama es el abandono de la acción política para pasársela al poder judicial. En ese sentido hay un desistimiento general de la clase política.

¿Qué opina de que el PSPV, como acusación en la financiación ilegal del PP en Gürtel pida menos cárcel para exdirigentes y empresarios que la Fiscalía?

Me parece peculiar. No lo había visto nunca antes.

En el fragor de la batalla política se ha confundido al imputado con el condenado. ¿Donde pondría el listón de las destituciones?

Esta estrategia de confusión es culpa de los políticos y es de una mezquindad espectacular. Es enormemente injusto condenar socialmente a alguien por ser llamado a declarar como imputado. Los partidos caen en su propia trampa, porque un día atacan y al siguiente son atacados. El colmo es que al final sólo son capaces de funcionar al ritmo del poder judicial, de fijar los listones en función del estado procesal. Un político ha de hacer pedagogía, en vez de moverse subido a una bola de nieve. Hay imputados e imputados y en la reflexión y el matiz está la virtud política.

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