Aunque la definición le atribuye la propiedad de ser insípida, son muchos los matices que deja en el paladar un vaso de agua. Así lo pudieron constatar el pasado viernes estudiantes de la Universidad de Alicante durante una peculiar cata en la que probaron muestras de tres procedencias diferentes: una de la desaladora de Alicante, otra de embalses consumida en Benidorm y una de pozos del interior de Alicante. Entre esas tres aguas, los sumiller no dudaron al decantarse por la de pozo como la mejor y por la de desaladora como la que menos les gustó.

¿Por qué la de pozo? Los participantes en la cata coinciden en que es la que menos sabor tiene, es más neutra y suave que el resto. En cuanto a la procedente de embalses, algunos la asocian con el agua del grifo. Sobre el agua de desaladora coinciden al encontrarle un matiz metálico, amargo y hasta con un toque salado.

Son percepciones diferentes que tienen que ver con la composición química de cada agua, como explican los expertos de Hidraqua, que inciden en que todas ellas son de la mayor calidad. «El agua que están probando es sanitariamente perfecta, lo que varía es la percepción del sabor, que es algo subjetivo», explica David Ribes, responsable de calidad del agua de Hidraqua.

En la cata, organizada por Hidraqua y Labaqua con motivo del curso sobre «¿Cómo se gestiona una ciudad?» dirigido por el profesor de Urbanística y Ordenación del Territorio, Armando Ortuño, los estudiantes diferenciaron claramente los tipos de agua que, a simple vista, parecían iguales.

Matices en el brillo o en el olor

Los matices en el brillo o en el olor de las muestras resultaban muy sutiles, pero en la boca no había duda de que se trataba de aguas diferentes. «La de pozo tiene un sabor más neutro, mientras la de desaladora es muy fuerte, como metálico», explicaba Silvia Pastor, una de las participantes en la cata.

Para otra de ellas, Lourdes Martín, la de pozo «es más ligera, mientras la de embalse me recuerda a la del grifo de casa y la de desaladora es la que menos me gusta, sabe a como a tubería».

«La de pozo no sabe a nada», comenta Guillermo Fontes. Lara Cerdán apostilla que «es más ligera» y por eso es la que más le gusta. Esta última describe que al probar la de desaladora «la percibes enseguida como muy artificial, con un toque salado» y es la que menos le agrada.

Ribes precisa que el agua de la desaladora de Alicante es «un agua muy equilibrada» y aunque puede desprenderse de ella un matiz «más amargo» sostiene que «es muy buena para el consumo».

Este agua forma parte de la que se consume en la ciudad. «Es una proporción de la que bebemos en Alicante, que se mezcla con la del Taibilla y los pozos». La procedente de los embalses está potabilizada y es la que se consume en Benidorm. Ribes sostiene que el agua «ni es incolora, ni inodora, ni insípida».

«Depende de la composición»

La jefa de sección de Espectrofotometría de Labaqua, Isabel de Blas, coincide en que «no todas las aguas saben igual, sino que depende de su composición química». Esta última compara, por ejemplo, las diferencias entre el agua de Alicante y la de Madrid. «La de aquí está más mineralizada y sacia más», señala.

Durante el curso celebrado en la Universidad de Alicante, también participaron, entre otros, el jefe técnico de Operaciones de Hidraqua, Miguel Ángel Pérez, y el jefe de distribución de Alcantarillado de la compañía, José Ramón Pastor para hablar del modelo de gestión del saneamiento y el drenaje urbano, exponiendo el caso de Benidorm. También intervinieron expertos en al gestión de zonas verdes y de la energía, con una demostración de los contadores de telegestión por parte de Iberdrola.