El director general de Terra Mítica entre el 29 de enero de 1999 y el 25 de octubre de 2001, Miguel Navarro, siguió ayer la estrategia planteada por el ex presidente del parque temático el pasado martes y derivó en sus inmediatos inferiores la responsabilidad del control de las obras que se realizaba en el recinto de ocio. «El procedimiento de contratación ya estaba establecido cuando llegué en enero de 1999. Terra Mítica llevaba años contratando y yo respeté el esquema», justificó Navarro, licenciado en derecho y ciencias empresariales y que también fue director general de la Ciudad de las Artes y las Ciencias entre 1996 y 1999.

Navarro aguantó sereno y con cintura el exhaustivo interrogatorio de tres horas de la fiscalía „que pide 10 años de cárcel para él„ y dio la clave del sistema de construcción de Terra Mítica. «Se usó el sistema "fast track" porque daba más rapidez». El «fast track» es un sistema de gestión de la construcción en el que el diseño del proyecto y la ejecución de la obra se realizan de manera solapada. En Terra Mítica, según explicó Navarro, se partió de un «máster plan» o «diseño conceptual», pero la ejecución se fue realizando «según se entregaban los proyectos ejecutivos. En cada fase voy sabiendo lo que me va a costar cada una y, hasta que no tengo el último proyecto ejecutivo no sé el coste final».

Navarro asegura que, cuando llegó a Terra Mítica, «ya se habían aprobado modificaciones del proyecto por 4.500 millones de pesetas». Fue el consejo de administración de Terra Mítica el que optó por este sistema constructivo para agilizar plazos «y se contrató a [la UTE] Global-Idom para tener el fax-track». A principios del año 2000 «se seguía sin tener todos los proyectos ejecutivos. Había un retraso enorme, pero queríamos inaugurar en verano de 2000», explicó el director general de Terra Mítica. Entonces se valoró el coste de mantener el ritmo o acelerar y se optó por lo segundo. «Se trabajaba de noche y los fines de semana», admitió Navarro, quien negó que mantuviera contacto con los proveedores y que conociera, por ejemplo, al empresarios Vicente Conesa, también imputado en la causa. Cuando la fiscal exhibió dos contratos por el mismo concepto (jardinería y riego) por 16 y 21 millones mensuales y le interrogó si no le extrañó este solapamiento, Navarro respondió: «Quiero trasladarle el sistema de trabajo: dos meses al mes firmaba 500 o 600 cheques de todo tipo de facturas y miles de contratos». Además, todas las decisiones en contratación y pago de cheques que ejecutaba como director general de Terra Mítica, explicó Navarro, venían avaladas por sus inmediatos inferiores. «Todo lo que yo firmaba se suponía que estaba controlado. Si yo hubiera tenido conocimiento de alguna irregularidad, lo hubiera denunciado y no lo hubiera consentido», explicó. «¿Y quién debería haber detectado que había empresas que facturaban cantidades importantes que no se ejecutaban?», preguntó el abogado del Estado. «Eslabones de la cadena anteriores al mío, los que validaban las facturas: el director técnico (Antonio Rincón), el director de contratación (Justo Valverde, ex cuñado de Eduardo Zaplana) y el director financiero (Miguel Izquierdo)». Sólo los dos primeros están imputados.

«¿Le consta que hubiera fraude o que se hablara de pagar de menos?», interrogó la abogada de Terra Mítica. «En absoluto», respondió categórico Navarro. «Se pagaron escrupulosamente 30 millones de euros en IVA. Soportar el pago de 30 millones para deducirse 185.000 euros... Llevo diez años sin entenderlo», concluyó.