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Entrevista | Gil-Manuel Hernández

"La mayoría que se dice progresista es internamente conservadora"

«El conservadurismo inconsciente de la gente de izquierdas desarrolla los egos que acaban en divisiones y escisiones», dice

"La mayoría que se dice progresista es internamente conservadora"

¿Su libro es un manifiesto sobre el regreso a la ética?

Es una cuestión transversal. Lo defino como un panfleto.

¿Como «¡Indgnaos!», de Stéphane Hessel?

Más elaborado, en el sentido de reivindicar el género literario del panfleto en lo que significa ir al grano, contundente, incluso lanzar un mensaje a la gente alrededor del impacto que está teniendo la crisis. El tema de fondo es el mismo pero el tratamiento no. No se trata tanto de una movilización de masas como una movilización interna.

Una reflexión ética de la propia persona, como la que plantean Antonio Muñoz Molina o Adela Cortina.

Ver en qué mesura para salir de la crisis, que también es interna, nos tenemos que hacer responsables de una serie de cosas que son psíquicas y de las que no somos conscientes.

¿Quién ha tenido más responsabilidad en esta crisis, las élites o la ciudadanía?

Por un lado es evidente que hay un sistema capitalista que va de crisis en crisis hasta la explosión final. Ahí es evidente que hay una responsabilidad sistémica. Por otra parte, es un sistema que es capaz de digerirlo todo y de crear un estado mental en la gente que interioriza los valores. Si la persona no hace un trabajo crítico muy fuerte acaba siendo conducido.

¿Cuáles son los reflejos psíquicos inconscientes que nos hacen perder la capacidad crítica?

En el libro intento conciliar las determinaciones externas, de la tradición marxista, y las determinaciones psíquicas, de la tradición de Carl Jung. Somos esclavos de esas dos fuerzas. Todo eso genera una crisis externa e interna.

¿La crisis interna es moral?

Es ética, psíquica y de valores y puede conducir a paradojas como que la mayor parte de gente que se declara de izquierdas, progresista, internamente es conservadora. Eso implica un freno a sus ideas.

¡¿La gente de izquierdas es más conservadora?!

No digo eso, es conservadora psíquicamente. Te puedes encontrar una persona machista o intolerante. Que tiene comportamientos que fuera están mal vistos y dentro desarrollan porque están inducidos inconscientemente. Eso produce un desarrollo desbocado de los egos, que siempre acaban llevando a la división, a la escisión, a otra escisión...

Un retrato de la izquierda valenciana.

Eso ha pasado en todos los movimientos de transformación. En los indignados, en los revolucionarios, que están por una transformación externa pero los individuos que forman parte de esos movimientos se dejan arrastrar por esas fuerzas que son paradójicamente contrarias a sus ideas. Eso provoca un cortocircuito que explicaría muchas de las incoherencias en el comportamiento de los partidos de izquierda.

Se ha llegado a un consenso en el diagnóstico de la crisis. De las soluciones, ninguna cuestiona el capitalismo. ¿Cómo salimos de esa crisis interna?

Planteo que la única salida es un trabajo muy duro, arduo y que no es fácil. Se trata de intentar una transformación de la conciencia personal y colectiva.

Esa afirmación queda bien, pero, ¿cómo se consigue?

No hay que caer en las recetas de la new age, que defienden ser buenos y transformarse.

¿La autoayuda no sirve?

La autoayuda no existe. O te ayuda alguien o es imposible. Hay que hacer autoanálisis y análisis para conseguir una transformación de la conciencia personal.

¿Habría que mejorar la ética?

Empieza por el trabajo con los propios complejos. Para conseguir eso hay que entrar en crisis. Entrar en malestar. Al contrario de los libros de autoayuda hay que entrar a fondo en el agujero negro, padecer, porque encontrarás demonios y fuerzas que te controlan.

Fuerzas que te pervierten...

Sí, la mayor perversión es la inconsciencia de los problemas externos.

¿Y cuál es esa inconsciencia de los problemas externos?

La banalización, la antipolítica, el no me creo nada, la abstención no crítica...

No es muy partidario del discurso de la felicidad...

Es falaz y perjudicial. Una de las perversiones de la cultura occidental es la creencia de que se puede conseguir la felicidad. Esa búsqueda lleva a lo contrario, a la frustración, a la infelicidad. Hay momentos aislados de felicidad, pero buscarla provoca ansiedad.

¿Esa inconsciencia tiene que ver en la proliferación de la corrupción?

La corrupción es la falta de respeto a uno mismo. Eso lleva a que te vendes al mejor postor. La corrupción es posible porque hay corruptores, corruptos y cómplices que votan a esas personas.

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