Mientras el común de los ciudadanos celebraban el tan valenciano «segon dia de Nadal», el exgerente de Imelsa Marcos Benavent iba rematando su particular mudanza, una vez presentada la dimisión. En esos últimos días en Valencia antes de viajar a Panamá —para poner tierra de por medio— ordenó al menos a dos empleados de Imelsa que le realizaran copias y le ayudaran a cargar cajas de documentos contables que incluían todas las facturas en papel de 2007, 2008 y 2009, según la denuncia presentada por Imelsa contra quien fue su exgerente. Esta documentación, un portátil que usaba Benavent, aunque era propiedad de la empresa, y diversos «pendrive» con copias de archivos informáticos conforman el grueso del material presuntamente robado.
Pero Benavent tenía ya un archivo propio con lugar destacado para la fonoteca. Horas de grabaciones realizadas durante años y de las que sólo una «ínfima parte» —explicaron desde el entorno político de Benavent— han acabado en el juzgado. Porque el exgerente era un adicto a la grabación y el espionaje, con Imelsa como uno de los centros de operaciones logísticas. Contrató a detectives para espiar a empleados y sus visitas a una conocida tienda de material de espionaje eran habituales. El reloj grabadora era uno de los artilugios con los que se manejaba, además de echar mano de las grabaciones telefónicas o con su «smartphone».
Al saltar el escándalo, en la diputación han ido recomponiendo el puzzle de actuaciones del exgerente. Una fuente conocedora de estas labores de espionaje y acceso a informaciones por parte de Benavent explicó cómo llegó incluso a instalar una antena en la sede de Imelsa, en la calle Conde Trénor, para interferir conversaciones telefónicas de diputados de las vecinas Corts.
