Los cowboys cruzaban las clásicas puertas de vaivén, irrumpían en el saloon y mascaban tabaco antes de escupirlo. Signo de hombría. Eran las películas del Oeste. A eso recordaba la escena de anteayer, pero sin ser película ni reunir tanto glamour. Agentes de la Policía Local de Valencia y de la Autonómica denunciaron el martes a una frutería pakistaní situada en la calle Pelayo de Valencia después de encontrar en el establecimiento 32 sacos, con un peso total de 6 kilos, de tabaco etiquetado en inglés y sin cumplir con las normas de comercio. Era tabaco de mascar importado de la India y sin cumplir las normas de la UE. Cada uno de los sacos contenía 16 bolsas más pequeñas, que se vendían a 1,5 euros. En una estantería de la tienda, según notificó la policía, un cartel ofrecía tabaco de mascar a la clientela. El local fue denunciado por carecer de licencia para vender tabaco y por incumplir la ley de contrabando.

Más allá de la incautación y posterior denuncia, el suceso pone de relieve el pequeño circuito de tabaco de mascar que existe en España a raíz de la presencia de la comunidad pakistaní e india, en cuyos países es frecuente el consumo del tabaco de mascar. De hecho, el producto constituye una auténtica preocupación sanitaria por el elevado nivel de cáncer bucal que genera. En España, el tabaco de mascar es legal. Se vende (o mejor dicho, se pone a la venta, porque su distribución es mínima) en los estancos. A 1,45 euros un bote de 20 gramos de la marca Makla Ifrikia, según confirmó ayer un estanquero de Valencia a este periódico. Él lo vende a un pequeño grupo de indios y pakistaníes. «El intenso olor echa para atrás», explica el propietario del local. En los estancos españoles hay otras marcas, con sabores distintos. El Chema, el Chema Café, el Chema Menta, el Makla Africaine Bentchikou, el Makla Bouhel Bentchicou Rouge y el Makla El Kantara. Todos oscilan entre 1,20 y 1,70 euros por un envase de entre 20 y 30 gramos.

Gente que salía «sin comprar»

El desencadenante de la incautación del tabaco de mascar de contrabando en la frutería pakistaní de Valencia fue un hecho simple: se venía observando de forma reiterada que mucha gente entraba y salía del establecimiento sin haber realizado ninguna compra. Aparentemente, claro. Porque el tabaco de mascar de 1,50 euros se lo llevaban puesto.