­Un recuento íntimo de oscuros billetes esculpe ahora su epitafio político, pero Alfonso Rus Terol (Xàtiva, 1950) nunca escondió su querencia al dinero.«Yo tenía un ferrari y no querían que lo tuviera. Me lo compré antes de entrar en política y, después, me lo cambié. Y por eso me tienen malicia, pero yo digo: si me votáis, tendréis uno» (28/3/2011). «Nosotros los del Partido Popular queremos que vengan las gogós y al que no le gusten, que vengan los 'men', pero no nos avergonzamos de eso. Dice que en momentos de crisis no se puede hacer todo esto, pues si quiere nos vamos a casa y a las siete a dormir» (20/5/2010).

Sin embargo, el presidente de la Diputación de Valencia, el alcalde de Xàtiva, el diputado en Les Corts a la vez que presidente del PP en la provincia de Valencia „además de empresario y máximo dirigente del CD Olímpic de Xàtiva„ tiene una debilidad que va más allá de su desacomplejado amor por el lujo: el calor de las masas. Su adicción a los discursos grandilocuentes y sus respectivos titulares en portada le han hecho pronunciar promesas imposibles y descalificaciones irrepetibles. «Dije, llevaré la playa a Xàtiva y se lo creyeron. Si yo mando, traigo la playa. Y va y se lo creen todos€ ¡Serán burros! Y me votaron» (2007).

Incluso, en ocasiones ha desempeñado sin pudor el papel de miembro de la oposición del PP. Y es que Rus, autoproclamado defensor del valencianismo contra el eterno ataque catalanista „ «Als catalans ni aigua»„ ha sido el pirotécnico de guardia que ha encendido los fuegos artificiales, estruendosos pero fugaces, cuando desde Madrid se ha dejado de lado a la Comunitat Valenciana.

Su carisma y su capacidad de improvisar han relucido con más brillantez que sus «tics» autoritarios. «A partir de ahora, rodilla en tierra y a callar», dijo a la oposición cuando fue investido alcalde de Xàtiva en 1995, después de16 años de gobierno del PSPV. En 2010, la censura sobre una exposición fotográfica de la Unió de Periodistes en el MuVIM „a cargo de la Diputación de Valencia„ desembocó en un pleno de la corporación en el que, cuando el portavoz del PSPV, Rafael Rubio, tomó el turno de palabra, Rus abandonó la sala para ir al lavabo.

Su electoral carácter volcánico ha entrado en erupción contra músicos, profesores „a los que llamó «gilipollas»„ y gran parte del ámbito universitario. Por contra, abanderó con orgullo el emblema del empresario hecho a sí mismo, capaz de implantar en la administración pública la racionalización de los recursos de las entidades privadas.

Acostumbrado a ir un paso por delante que sus rivales, con el estallido del caso Gürtel y ante el descontento de los votantes más fieles, Rus cambió el discurso: «Quien meta la mano, que se la corten como hacía Jomeini» (2009). Aquellas rotundas palabras, en el calor de la reivindicación de la honestidad del PP, han regresado como un bumerán, con una potencia devastadora.

El sueño del Valencia CF

Rus, alcalde desde 1995 y presidente de la diputación desde 2004, aventuró que su camino se torcía con la llegada de Alberto Fabra. El setabense encajó su aterrizaje en el Palau de la Generalitat con una frialdad gélida. Nadie le consultó sobre su idoneidad para suceder a Camps y aquel «descaro» se enquistó con dolor. Animado por esta situación, Rus coqueteó con dejar la primera línea política y hacer realidad su sueño: presidir el Valencia CF. Se enroló en un grupo inversor ruso y llegó a anunciar que sería presidente. Otra promesa incumplida.