Agua. O en cualquier fuente o embotellada. El día de mayo más caluroso en 146 años no amedrentó ni a los turistas ni a los vecinos de la ciudad que invadieron el centro como si fuera un día cualquiera. Los turistas que tenían previsto visitar la ciudad continuaron su hoja de ruta, al igual que los vecinos que mantuvieron su rutina habitual. Eso sí, el gran aliado de la jornada fue el agua. Y es que no había persona que no atravesara la plaza de la Virgen y decidiera meter las manos (o los pies) en la fuente de las Siete Acequias. «Vengo de Benimaclet y voy a una librería de la calle Xàtiva. Y, o me paraba a refrescarme o me moría», afirmaba ayer entre risas Anna Carmen Calatayud, una joven ciclista, mientras se refrescaba la nuca con las manos.

Los vecinos de la ciudad se quejaban del intenso calor. Los turistas, sin embargo, no. «Lo único que preguntan es si los valencianos sufren este clima todo el año, pero los turistas no se quejan», explicaba ayer Santos, uno de los guías turísticos que llevaba aun grupo de italianos y rusos de visita por el centro histórico de la ciudad a los que instó a «comprar abanicos de la tierra porque son el mejor antídoto contra el calor». Sin embargo, su compañera Teresa Pérez „que llevaba a un grupo de trucos„ les dio unas claras indicaciones en cuanto los recogió del crucero: «Les he dicho que había que beber mucha agua y tomar horchata pero que... ¡nada de sangría ni Agua de Valencia!».

De hecho, si algo consumieron ayer los turistas y vecinos de la ciudad fue horchata y helados. Eso sí, acompañados por el pertinente botellín de agua. Por ello, los únicos que ayer se alegraban de las altas temperaturas eran las heladerías, las cervecerías y las tiendas de abanicos. «Un día puntual no soluciona mucho pero tener un verano calurosos... eso sí ayuda», afirmó el dueño de abanicos Nela. Justo enfrente, en la heladería Llinares no daba abasto. «Solo hoy habremos duplicado las ventas», afirmaban. La venta de gorras y paraguas también iba en aumento.