¿Se imaginan fabricar medicamentos a partir de semillas expuestas a diferente intensidad y golpes de luz? Pues en eso, a grandes rasgos, consiste el proyecto que este año representará a España en el prestigioso concurso internacional de Biología Sintética IGEM que cada mes de septiembre reune en Boston, en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), a los estudiantes de las universidades más prestigiosas del mundo para competir por la idea más ingeniosa, práctica, innovadora y factible.

Este año, diez alumnos de la Universidad Politécnica de Valencia: seis de Biotecnología, dos de Ingeniería Industrial, uno de Ingeniería Electrónica y uno de Ingeniería Biomédica, asesorados por uno de los miembros del equipo IGEM del año pasado, Alfredo Quijano, presentarán un proyecto extraordinariamente innovador y práctico que han denominado «Farmacia portátil» y que podría resolver problemas de gran calado sanitario en países sin medios y en los campos de refugiados que acogen a millones de almas.

El proyecto surgió tras unas cuantas sesiones de «lluvia de ideas» a las que asistieron los cuatro instructores del equipo: Diego Orzáez, Alberto Conejero, Jesús Picó y Xavier Urchueguía que escucharon atentamente las propuestas y dieron vía libre a la portentosa imaginación que ha dado lugar a un proyecto que aúna la biología y la ingeniería con fines humanitarios.

La idea que competirá en Boston comenzó a larvarse en 2006 en los laboratorios de la Politécnica y ahora es cuando comienza a materializarse.

La farmacia portátil consiste en crear medicamentos a partir de semillas expuestas a pulsos de luz de diferentes colores, en diferente orden y cantidades.

Hay que avanzar que se trata de una semilla común de cualquier planta a la que se le transfieren los genes de los medicamentos que se quieren obtener. En el proyecto, los estudiantes trabajarán con una semilla capaz de crear cuatro fármacos distintos tras ser sometidas a diferente exposición de luz (serán leds), según explicó a Levante- EMV Mónica Gutiérrez.

En el ensayo conceptual, los jóvenes científicos van a fabricar la vacuna contra el cólera, un anticuerpo contra el rotavirus que produce diarrea „una problema de salud pública muy grave en muchos países africanos y asiáticos„, interferón (para tratar hepatitis) y lactoferrina (un componente inmunitario).

El experimento que realizarán en los próximos días consiste en aislar la semilla en un recipiente metálico hermético con fuente de luz y darle los pulsos lumínicos necesarios para fabricar cada uno de los fármacos. Siete o diez días después, el milagro se ha ejecutado y el medicamento puede estar disuelto en el agua donde está sumergida la semilla o en interior de la misma.

A los autores de este invento que les gustaría que su farmacia portátil llegara a los países de la Tierra que lo necesitaran solo les falta el pequeño empujón de la financiación: unos 2.200 euros por estudiante para acabar los experimentos y volar a Boston para dejar atónito al jurado norteamericano.