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Enseñanza

La pesadilla de 1.200 profesores sin destino

Los docentes funcionarios de Secundaria que llevan entre 6 y 7 años a la espera de una plaza definitiva piden al nuevo conseller que ponga fin a su itinerancia forzada

La pesadilla de 1.200 profesores sin destino

­Sin destino. Lo que a priori podría ser un buen título para una película del oeste resume la pesadilla que viven cada curso alrededor de 1.200 profesores de Secundaria funcionarios de la Conselleria de Educación. Aunque la mayoría ganaron su plaza hace 6 o 7 años tras superar un concurso-oposición, todavía se encuentran a la expectativa de destino. Esto les obliga a cambiar de instituto curso tras curso, llegando a hacer buena parte de ellos más de 200 e incluso 300 kilómetros al día en coche para poder conciliar su vida laboral y familiar pues al no saber dónde van a estar el curso siguiente tampoco pueden planificar un cambio de domicilio. Esta mañana se reunen en asamblea en Mislata para pedirle al nuevo conseller de Educación, Vicent Marzà, que ponga fin a su itinerancia forzada.

Entre estos docentes errantes se encuentra Rafa Benavent, profesor de Tecnología de la Ribera Alta, que desde que logró una plaza de funcionario en las oposiciones de 2010 ha dado clase en Aspe, Benejúzar, Villena, Novelda y este curso otra vez en Aspe. Reme Navarro, profesora de Valenciano del Camp de Túria, lleva desde 2009 a la expectativa de destino. Tras pasar por institutos de Llíria, Ademuz, Almassora, Burjassot, y ahora la Escuela de Personas Adultas (EPA) de Tuéjar, se pregunta «¿ De qué me ha servido aprobar una oposición y ganar una plaza si no sé dónde voy a estar el próximo curso?»

«No tienes ningún recorrido»

Este vagar sin destino de un centro a otro, según Navarro, les impide desarrollarse plenamente como profesores: «Te implicas con los alumnos, pero no tienes ningún recorrido». Somos docentes «con fecha de caducidad», lamenta Benavent, «pues el 1 de septiembre cuándo llegamos al instituto ya sabemos que el 31 de julio nos vamos». Se quejan de que esto les impide participar en proyectos de mejoras educativas que duren más de un curso, ni tampoco en la evolución del alumnado y en su evaluación a largo plazo.

Tras cinco cursos de aquí para allá, Benavent pide a la nueva Conselleria de Educación que sea sensible con los profesores sin destino: «lo que más me pone un nudo en la garganta es no poder planificar un lugar para vivir con mi familia, solo pedimos que nos den la plaza definitiva para poder de una vez organizarnos la vida». Así se lo transmitió en mayo a la exconsellera Mª José Català, cuando durante un acto electoral logró entregarle una carta con las reivindicaciones de este profesorado errante.

En el bucle burocrático en el que se encuentran atrapados estos docentes sin destino, que tanto Navarro como Benavent atribuyen a la «mala planificación» de la anterior Generalitat del PP, viven situaciones kafkianas como el tener que escolarizar a sus hijos sin saber dónde van a estar trabajando el próximo curso. «Yo no sé hasta el 31 de julio que plaza me van a dar, mientras la matrícula en Infantil y Primaria se hace a finales de junio y en Secundaria esta semana, con lo que mi propia conselleria está cerrando las puertas a la escolarización de mis hijos», critica Benavent.

Es decir, que aquellos que son padres viven entre la espada y la pared de tener que cambiar a sus niños de colegio cada curso „si hay plazas durante la matrícula extraordinaria „ o hacer cientos de kilómetros a diario en el coche. La Asociación de Profesores Funcionarios de Carrera en Expectativa de Destino (Apfced) estima que a estos docentes errantes se les va entre el 30 y el 40 % del sueldo en desplazamientos o alquileres.

Tampoco están en condiciones de igualdad respecto al profesorado con destino definitivo. «No tenemos derecho a solicitar ninguna comisión de servicio para cuidar a nuestros hijos o atender a nuestros padres dependientes, ni medias jornadas, ni tampoco acceder a ninguna plaza de los contratos programas», critica Navarro.

Peor que los interinos

Incluso se consideran peor tratados que los interinos. «Nosotros estamos obligados a elegir plaza, si no nos la adjudican de oficio», dice Navarro. Sin embargo, apunta Benavent, los docentes de las bolsas de trabajo desde hace unos cursos, pueden restringir provincia y lugar de trabajo, lo que hace que muchos de ellos puedan enseñar siempre al lado de casa, pues tienen la opción de elegirlo». «Los propios interinos nos dicen que no quieren aprobar la oposición para que no los envíen lejos de casa y tener que estar como nosotros», concluye.

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