Un centenar de feligreses residentes en la playa de Puçol acudieron ayer a la misa oficiada por el párroco Ismael Ortiz en una nave industrial improvisada como parroquia «porque no podemos vivir sin celebrar el Día del Señor», tal como dijo en su homilía el rector. Los vecinos devotos de la zona, la mayor parte de Puçol, y también, en menor medida, de poblaciones como Alboraia, Museros o Almàssera, desafiaron al sofocante calor bajo el gran toldo de unos 200 m2 que colocaron colaboradores del cura para que se pudiera realizar el acto religioso. En total, la nave tiene unos 300 m2, entre paredes de hormigón y el suelo de cemento.

El abanico fue el mejor aliado para las mujeres que acudieron a oir la Palabra de Dios ya que el sudor se cebó en todos los presentes, en especial, en el sacerdote que vistió la casulla tradicional para los oficios.

Apenas si hubo ninguna alusión al alcalde. Es sabido que los allí presentes, junto al párroco, han decidido celebrar la misa, a lo largo de los meses del verano, en este solar medio edificado, porque Enric Esteve, primer munícipe de Compromís, se negó a ceder a los párrocos de Santos Juanes y de Santa Marta el Espai Voramar, un local municipal de la playa donde se venía celebrando la eucaristía en los últimos 6 años para los cientos de veraneantes de la playa de Puçol que son creyentes. «Aquí estamos „dijo el párroco Ismael Ortiz en su alocución„ como los primeros cristianos perseguidos por la prohibición de celebrar el Día del Señor» en un lugar poco adecuado «en una tarde de domingo, sin aire acondicionado ni televisión» porque «no podemos vivir sin celebrar el Día del Señor». Una modesta mesa cubierta con una sencilla sábana blanca sustituyó al altar, un pequeño crucifijo dorado y un cuenco para las sagradas formas bastaron para que los presentes pudieran escuchar los Evangelios y recibir el cuerpo de Cristo. Fuera, el malestar y la indignación eran generalizados. En el local municipal, «no molestábamos a nadie, estábamos en la calle y al acabar la misa recogíamos todas las sillas y como si nada: en fín, quien no quiera ir a misa que no vaya, pero que deje a los demás», apuntó Paquita Alfonso. «Esto es una vergüenza, es que nosotros, ¿no somos también ayuntamiento?, es la primera vez que nos hacen esta injusticia y llevo 40 años veraneando aquí», afirmó Carmen Ortiz. «Somos gentes del pueblo que contribuimos con nuestros impuestos, nos sentimos discriminados», enfatizó, por último, José Vicente Alpuente.