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Entrevista | Mari Carmen Díez

"A la escuela que pide a los niños que estén sentados y hagan fichas estúpidas le falta alma"

«La buena relación con los alumnos fomenta el aprendizaje. Hay que alimentarse de palabras» - «No se pueden comprimir las clases en 45 o 60 minutos»

Mari Carmen Díez, apasionada de la enseñanza, se jubila después de 45 años en la brecha. isabel ramón

Fin de curso y, para usted, de toda una trayectoria volcada con la enseñanza.

Verdadero. Han sido 45 años, que se dice pronto. Empecé a trabajar con 20 años y ahí he seguido, y encima gustándome, que ya es delito.

¿Recuerda su primer día?

Perfectamente. En una escuela unitaria con 48 niños entre 6 y 14 años. Me organicé desde el principio porque mi madre era maestra y ya llevaba recorrido. Verle trabajar me enseñó a reñir sin morir en el intento porque hay que controlarse. Me servía todo lo que había visto, pero no aconsejo nada que en la misma aula estén madre e hija porque quería que lo hiciera todo bien y no atenderme la primera para evitar favoritismos.

Usted siempre tuvo claro su propio método de enseñanza.

Yo quería hablar con los alumnos a través de la literatura. Si un niño recibe cuentos y poemas con afecto de otra persona, le interesa todo, y quería escucharles sobre qué querían que trabajáramos. Pero la directora de la época quería que hicieran cuentas y copias. Me riño delante de ellos y me puse toda colorada, casi lloro. Al día siguiente, los mayores sacaron la caligrafía como un truco, para hacer ver a la directora que harían lo que dijera con tal de que no me riñera.

¿Seguirá enganchada?

No me quiero desenganchar voluntariamente. Ya me han llamado para cursos en Bogotá, Montevideo, Barcelona. Seguiré aportando lo que he aprendido.

¿Y al alumno cómo se le engancha?, ¿qué falta en el aula?

A mis compañeros de oficio no les falta nada. Hay que preguntarse más bien qué nos falta en la sociedad para ser personas coherentes. Los padres exigen porque el ambiente social pide excelencia y un niño corriente va forzado por llegar a ese nivel, con tantas clases, deberes y ansiedad que padecen todos, también los padres y los profesores. A la escuela le falta un poco de alma, no estar tan aprisionados. A los niños se les pide estar sentados y hacer fichas estúpidas, con tonterías como poniendo pegatinas encima o debajo de una casa. Es como desconsiderar al niños.

¿Qué propone?

Hacer una actividad, como leer un cuento, y que luego lo dibujen desarrolla su potencial. Se pueden dedicar ratos al juego libre, observando cómo es cada uno para conocerles, y usando recursos personales, cuando vuelven saciados del patio tienen ganas de hacer cosas. La buena relación con ellos fomenta el aprendizaje, no hace falta correr tanto. Si desde los 3 años ya se les está obligando a no hacerse pis andan asustados porque todo son exigencias. Hay que alimentarse de palabras, moverse y entre unas cosas y otras, pintar y aprender letras, por qué no.

¿Le han enseñado algo tantos años de docencia?

Tantas que no sé si podré decir alguna. He aprendido a escuchar y mirar. Antes creía que la sabiduría la tenía la maestra y que sin mí no serían nada, pero si no interrumpes van a prendiendo. En el aula hay que ser más acompañante que director de orquesta, pero sin desaparecer. También me vale para mi vida personal.

¿Se es mejor docente por sacar mejor nota, o por tener más experiencia?

Con lo que no estoy de acuerdo es con la actual manera de examinar. No creo que se deba jugar todo a una carta, pero si uno aprueba le tendría que valer porque ¿qué es eso de que por quedarse sin plaza tengan que examinarse una y mil veces? No me gusta, lo mire por dónde lo mire.

¿Importa que las clases duren 45 o 60 minutos?

Si me pongo a pensar en una escuela ¿qué sentido tienen dar 45 minutos o una hora de clase? ¿cómo sabes si van a necesitar más? No se puede compartimentar la jornada porque no es una tienda de yogures, son niños.

¿Cómo organizarse entonces?

Al principio de curso propongo temas y después de trabajar en conjunto votan ellos otros que les atraen por curiosidad y no se les puede poner tiempo. Mi récord es mes y medio sobre Egipto. Y sobre el fax, que les creaba inquietud sabe cómo funcionaba estuvimos una semana, lo que tarden. La programación no me vale de un año para otro porque entre lo que elijen hay cosas afectivas. Luego ya me preocuparé de que aprendan el currículo también.

¿Su mejor y peor momento?

Lo mejor, estar en Aire Libre. Lo peor, que me pidan algo más pobre de lo que puedo dar, como aquella primera directora.

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