Han sido casi tres meses en las que los más pequeños de la casa han desterrado de su día a día palabras como colegio, clases, deberes o prisas y las han cambiado por las vacaciones, la playa, piscina o juegos. Después de que el pasado mes de junio guardaran sus enseres académicos en un rincón olvidado, en diez días llegará el momento de reencontrarse con sus amigos, maestros -algunos estrenarán «profe»- y, sobre todo, con la rutina.

Como muchos mayores, los niños también pueden ser víctimas del «síndrome postvacacional», que no es grave si los padres actúan desde ya para evitar que pueda influir de forma importante en su comportamiento durante los primeros días de clase.

Los expertos señalan que la llegada del mes de septiembre es un buen momento para la vuelta «progresiva» a esa nueva etapa. «No podemos esperar que el día antes de empezar las clases haya una rutina y al día siguiente, por arte de magia y sin ningún esfuerzo, todo haya cambiado y sea aceptado sin resistencias», explica el psicólogo infantil valenciano Alberto Soler Sarrió.

Los últimos días de agosto y los primeros de septiembre suponen un buen momento para empezar a readaptar horarios, que los menores vayan, poco a poco, levantándose a la hora en que lo hacen cuando van al colegio. «Se les puede explicar que se están acabando las vacaciones y que tienen que cambiar sus hábitos para empezar el curso de la mejor manera posible».

Hay que hacer partícipes a los hijos de la compra de libros, material escolar, uniformes e incluso en la primera compra del supermercado tras las vacaciones. En definitiva, se trata de despertarles la ilusión de que «estrenan» algo con la llegada de un nuevo curso, explica Alberto Soler.

El psicólogo advierte, además, de que no son solo los hijos los que tienen que adaptarse a una nueva rutina, sino que los propios padres deben esforzarse por cambiar sus hábitos de verano. Los adultos son el espejo en el que se miran los pequeños de la casa, por tanto «también deben practicar esta adaptación junto a sus hijos, ya que si ellos ven que sus padres siguen actuando como en vacaciones pero a ellos ya les exigen cambios, será más complicado de aceptar», indica el psicólogo.

Soler, además, recomienda aprovechar la nueva etapa para introducir cambios en la vida de la familia que tal vez no se estén llevando como sería adecuado para que el niño mantenga un equilibrio. Se refiere a aspectos como ver menos la televisión, instaurar el hábito de la lectura por las noches, dejar de utilizar el teléfono móvil cuando se está en la mesa comiendo o cenando e incluso fijar un horario en el que esté prohibido el uso de los aparatos tecnológicos.

La adaptación llega

El experto incide en que los padres deben mantener la tranquilidad, puesto que tarde o temprano la adaptación al nuevo ritmo de vida acaba llegando. «Se trata de que todo se haga con el menor coste posible para la dinámica familiar normal».

Todo ello debe contar con la colaboración del entorno familiar, que debe armarse de «paciencia» porque «todos los cambios que se produzcan en el día a día acaban asentándose». «Hay que tener constancia en la aplicación de las nuevas normas y aceptar que el cambio no se producirá de la noche a la mañana», dice Soler.

Antes de empezar con los nuevos hábitos para que el niño se adapte a su nueva realidad, los padres deben llevar a cabo, explica el psicólogo, una reflexión sobre la cuestión para, posteriormente, trasladárselo a los hijos y que todo en el ámbito familiar tenga su justo equilibrio durante el resto del año.