Cada millón de euros del presupuesto de sanidad que se ha perdido en los últimos seis años, desde que la situación económica comenzó a desmoronarse en 2009, se ha visto reflejado en un inquietante aumento del descontento de la población respecto a la calidad de los servicios sanitarios. El resultado en estos seis últimos años es inequívoco: a menos inversión en sanidad, mayor malestar ciudadano.

Así se recoge en un minucioso informe elaborado por la Federació de Sanitat i Sectors Sociosanitaris del País Valencià de CC OO que evidencia en cifras y respuesta social el deterioro que la experimentado la sanidad pública en los últimos seis años.

Dos grietas han sido las auténticas placas téctonicas que poco a poco han ocasionado el seísmo del sistema público sanitario de la Comunitat Valenciana. La primera es obvia: el bajo presupuesto, que ha causado importantes fracturas en todo el sistema; la segunda, la destrucción de empleo (1.038 puestos de trabajo perdidos durante este sexenio).

El retroceso asistencial y laboral en estos seis años ha sido escalofriante a tenor del reflejo que ha tenido en la expresión ciudadana. Para ilustrar ese efecto basta con conocer la respuesta de los ciudadanos a uno de los principales puntos neurálgicos del día a día y del sistema: la lista de espera quirúrgica. A la pregunta de si en los últimos doce meses, esta situación ha mejorado, empeorado o sigue igual que planteaba el Barómetro Sanitario del Ministerio de Sanidad a los ciudadanos de la C. Valenciana, solo un 6,70 % afirmó que la demora quirúrgica iba mejor, mientras que un 41 % reconocía apesadumbradamente que había empeorado.

166 millones menos en 6 años

Detrás de esa percepción de que la situación no pinta muy bien hay una realidad contante y sonante que se traduce en una pérdida de 166,7 millones de inversión en el presupuesto global de la Conselleria de Sanidad durante estos últimos seis años. A saber: de los 5.659, 738 presupuestados en 2009 a los 5.492,995 millones de este ejercicio. Y entre medias destaca el año del mayor ajuste presupuestario, que fue el de 2013, con una reducción global en la financiación sanitaria de casi 700 millones (4.964 millones para el ejercicio.

La repercusión social de esta caída escalonada desde que afloró la palabra «crisis» para justificar todo tipo de recortes sociales, pero no los macroeventos, es fácil de ver en el descontento de la ciudadanía: un 32 % de la población sostiene que la atención primaria ha empeorado los últimos cinco años; otro 36, 50 % afirma que la asistencia especializada también ha ido peor durante el mismo periodo de tiempo, un 44 % giró el pulgar hacia abajo al ser preguntado sobre la hospitalización y casi un 50 % se quejaba de que las urgencias también se habían deteriorado.

El itinerario económico de estos últimos años muestra que la raiz de ese malestar reside en la caída de un 67 % en la inversión real (construcción de centros), de un 30 % menos en trasferencias corrientes (farmacia) y de un 85 % menos en trasferencias de capital (adecuar consultorios). La conclusión final es que de uno a diez, la satisfacción con el sistema es un tímido 6.