­«Conocí a ese Fabra que se emocionaba escuchando ´El cielo en casa´ de la cantante italiana Mina mientras emprendíamos viaje hacia alguna parte; al que decía no ser guapo pero muy resultón; a ese Fabra que te hacía reír hasta altas horas de la madrugada con un güiski entre las manos; a ese personaje divertido que sin pensarlo dos veces, micrófono en mano, cantaba canciones como ´Roberta´, ´Volare´ o ´Il Mondo´». Esther Pallardó traza un retrato panegírico de su pareja y detalla los primeros flirteos con el expresidente de la diputación.

Según señala, Fabra tenía un «talante seductor imparable» y él mismo se definía «como un playboy provinciano». La primera aproximación se produjo en 2001, en una cena con los empresarios hosteleros. «Una mano firme y segura se posó sobre mi hombro. Cuando me di la vuelta, allí estaba él con sus gafas oscuras, su pelo engominado sin peros, tez morena, corbata de corte italiano y un aspecto impecable. Mis ojos interrogantes le llevaron a decir un 'no te asustes, es que te falta esto y quiero regalártelo' mientras me tendía un bombín rojo».

Con la entrada en la diputación de Pallardó surgió la complicidad entre la periodista y el político. «Al son de la incomparable música de Julio Iglesias recorríamos cientos y cientos de kilómetros». «Cuando cerrábamos las puertas del coche, nos aislábamos del mundo».

El estallido del «caso Fabra» supuso que se esfumara «ese Fabra que se debatía entre el poder y el placer, ese Fabra divertido, aventurero, dicharachero, seductor». «Se -casi- encerró en sí mismo». Años después, en 2010 llegó la operación de trasplante de hígado y la marcha de Fabra a Madrid. «Pronto surgieron los rumores de que yo estaba con otra persona aquí y él con otra allí. Eso nos hizo más fuertes. Ni yo estuve con nadie aquí, ni él estuvo con nadie allí. Pese la fama que le precedía de embaucador de mujeres nunca dudé de su palabra ni de sus hechos».

Tras una década de proceso judicial, el exdirigente popular fue condenado e ingresó en la cárcel de Aranjuez el 1 de diciembre de 2014. En su primera visita a la prisión, Pallardó se encontró con un Fabra con «barba medio canosa, medio pelirroja». «Tenía muy buen aspecto y un ánimo inmejorable. Se había mimetizado con el ambiente, tenía compañeros con los que ir a andar por el patio, jugar al dominó y contar alguna que otra aventura. La comida es más bien mala; así que opta por alternar la alimentación común con algún producto que adquiere en el economato». Confía en que pronto le llegue el momento de «estar a este lado del muro».