Pese a su relevancia en la historia, hasta hace veinte años Simat de la Valldigna no pasaba de ser un municipio más de la Comunitat Valenciana metido en el rincón del valle del que toma una parte de su nombre. Fue la compra del monasterio de Valldigna por parte de la Generalitat, y el posterior inicio de su restauración, el que situaría a esta pequeña localidad en un punto destacado de la geografía valenciana.

En todo este tiempo, y aprovechando el tirón que le ofrece el monasterio, Simat ha querido dar a conocer otros elementos de su historia y de su paisaje, que no son pocos. Y es así como ayuntamiento, a través de su oficina de turismo, ha diseñado una ruta enteramente urbana que ha querido bautizar, con todo el derecho, «Els tresors de Simat».

Porque, sin restar importancia a lo que queda del que fue uno de los monasterios y centros de poder religiosos más importantes de la Comunitat Valenciana, pocos saben que, a la distancia de un paseo de cinco minutos entre naranjales, se encuentra una de las mezquitas que poblaron este valle hasta conquista cristiana. La de la Xara, que así se llama, tiene su origen en siglo XV, y allí, junto al poderoso monasterio cristiano, oraron los moriscos hasta su expulsión, en 1609. El edificio se reconvirtió después en ermita dedicada a Santa Ana, pero afortundamente en sus reformas se conservaron elementos arquitectónicos del islam, como los arcos del mihrab y una torre que se usaría como minarete para llamar a la oración.

La ruta «Els tresors de Simat» también permite recorrer y conocer otros elementos de interés. En el ámbito religioso, la iglesia del siglo XVIII, en cuyo solar también hubo una mezquita, el calvario del pasado siglo XX que fue construido por aportación de los vecinos y desde el que se ofrecen impresionantes vistas a todo el valle, o el lavadero público, como el que en la mayoría de municipios fueron destruidos por considerarlos de poco interés.

Sin salir del núcleo urbano, Simat vende sus dos surgencias naturales de agua: la Font Menor y la Font Gran, que se alimentan de las filtraciones de los montes que circundan la población. En el caso de la Font Gran, si se puede hay que ir tras lluvias intensas y ver cómo nace allí mismo el río Vaca.

Y, claro está, o antes o después la visita al gran monasterio que fundó Jaume II en 1298 es obligada, pese a que queda poco de lo que realmente fue.