El Partido Popular en la Comunitat Valenciana vive su particular travesía en el desierto tras quedar fuera de las principales instituciones, pero se resiste a que tras veinte años gobernando, su etapa en la oposición dure al menos una legislatura. La presidenta del PPCV, Isabel Bonig, cree que los cinco meses transcurridos desde el vuelco electoral, son tiempo suficiente para expirar culpas y considera que el partido está preparado para volver al Palau, con ella como presidenta. «Nunca nos hemos ido», advirtió ayer durante el desayuno informativo que ofreció en el Fórum Tribuna Mediterránea, organizado por Nueva Economía, una intervención en la que reivindicó el centro político frente a otros, como Ciudadanos a los que, dejo claro, no ve como aliados.

En presencia de la secretaria general del PP, Maria Dolores de Cospedal, que ofició de presentadora, y delante de un auditorio repleto de cargos populares (de los de ahora y de los antes), Bonig tiró de optimismo y vaticinó elecciones autonómicas anticipadas en dos años, a las que, dio por sentado, se presentará como cabeza de lista.

Era su presentación en sociedad desde que la dirección nacional del PP la avaló en julio como sustituta de Alberto Fabra. Y en esta puesta de largo ante un público político y económico, Bonig quiso dejar claro que no tiene intención de estar de paso y que su objetivo es, no sólo ser la candida oficial a la presidencia del PPCV en el próximo congreso regional, sino la presidenciable. «Estoy convencida de que será la primera presidenta de la Generalitat», le espetó Cospedal durante la presentación.

En este ambiente de optimismo, Bonig se creció: «Tras las elecciones nos decían que acabaríamos en luchas cainitas, que nos mataríamos vivos, pero no; nunca nos hemos ido. El PP está vivo y rearmado, hemos renovado caras, mensajes e ideas, dado imagen de unidad y en dos años ganaremos las elecciones», proclamó.

Dicho esto Bonig cargó contra el Gobierno de Ximo Puig, a quien llegó a calificar de pobre hombre y al que acusó de «revanchismo» y de gobernar «desde el odio» y para «destruir el pasado». «En las Corts, en la bancada de enfrente no veo un gobierno solido, con liderazgo, veo un guirigay, una orgía de sillones para repartirse el poder», clamó. Así, se opuso a la Agencia contra la Corrupción recogida en el pacto del Botánico porque le recuerda a un tribunal de la inquisición «para la revisión del pasado».

Bonig, que presume de ser la Thatcher de la Vall d'Uixó, hizo honor a su apodo y citó en varias ocasiones a la Dama de Hierro, un referente para la popular por su lucha contra el sindicalismo y su procesión de fe hacia el liberalismo económico. Eso sí, renegó de la idea de con ella se imponga el ala dura del partido. Optó por no declararse de derechas (a muchos en su partido les chirría que lo haga) y reivindicó la centralidad.

También reivindicó los gobiernos de Zaplana, Camps y Fabra y sostuvo que solo el PP garantiza la recuperación y negó el despilfarro. Bonig justificó la deuda en la infrafinanciación y culpó a Zapatero por el modelo actual. Con todo, situó el «pecado original» de los problemas financieros en la negociación de las transferencias con el expresidente Lerma y su entonces jefe de Gabinete, Ximo Puig. « Es la hipoteca de la ansías de país de la izquierda de ayer»,sentenció.