La cifra es bella, cuasidemoníaca, curiosa, quizá anecdótica. O no tanto. Para los caballeros templarios, que criaron y educaron a Jaume I en el castillo de Montsó cuando el futuro rey era un niño huérfano y que desempeñaron un papel clave en las campañas militares que configuraron el Reino de Valencia, el número 7 es un número mágico. Para la Orden del Temple, el 7 es el número del Conocimiento: resume 3 virtudes teologales como Fe, Esperanza y Caridad, y cuatro virtudes cardinales como Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. A su vez, sintetiza la suma del 4+3: es decir, el principio del hombre y el Universo. Pueden ser conceptos bellos, curiosos y seguro que anecdóticos para relatar algunos aspectos de aquella conquesta de Valencia de la que hoy se conmemoran 777 años.

1. Fe. No hay que olvidarlo. Ni naciones ni proyectos territoriales: en la naturaleza de la conquista de Valencia subyace un sustrato religioso que tiñe de cruzada cristiana esta campaña militar. Un territorio poblado de musulmanes como era Sharq al-Ándalus iba a ser conquistado y repoblado por cristianos. De hecho, el papa Gregorio IX, que dirigió la Iglesia de 1227 a 1241, bendijo y otorgó bula a la cruzada de Jaume I por las futuras tierras valencianas. Como recuerda el historiador Vicente Cárcel Ortí, el pontífice otorgó «la indulgencia plenaria y las mismas inmunidades concedidas a los que tomaban la cruz para ir a Tierra Santa». La mezquita mayor de Valencia fue consagrada como la nueva iglesia catedral.

2. Esperanza. El reto era mayúsculo, pero Jaume I „que ya había fracasado en el verano de 1225 en su intento de conquistar Peñíscola„ mantenía intacta la esperanza de cumplir su sueño: forjar nuevos reinos y ampliar los dominios de la Corona de Aragón. Como sintetiza el catedrático Enric Guinot, era una operación bélica compleja. Primero, porque «se trataba de un país bastante poblado y con una gran cantidad de castillos de montaña». Segundo, porque Jaume I sólo contaba con una forma de organización militar todavía muy feudal. «El rey convocaba a la guerra a las milicias de las ciudades y a la nobleza de sus reinos. Todos ellos tenían la obligación de acudir durante algunos meses a la convocatoria real, pero si el conflicto se alargaba, la única solución era pagar a la gente o prometer una compensación económica: el botín de los saqueos; o si se planteaba una conquista definitiva, la promesa del reparto de tierras a la gente de las capas populares de las milicias y los almogáveres, y la donación de señoríos a la nobleza y la Iglesia».

3. Prudencia. Antes de que el ejército a las órdenes de Jaume I se fortificara en el antiguo castillo árabe de la Muntanyeta de la Patà, en el Puig, y lanzara el asedio definitivo a la ciudad de Valencia, ya había trabajo hecho. Sí, el 9 d´Octubre se conmemora la entrada a la capital del reino. Pero en esa simbólica fecha, parte de ese reino ya estaba conquistado o bajo dominio de Jaume I mediante pactos de rendición. Una treintena de poblaciones ya estaban cristianizadas: Ademuz y Castielfabib (1210, en tiempos de Pere el Catòlic); Morella y Ares (1232); Burriana, Cervera del Maestrat, Alcalà de Xivert (1233); Almassora, Les Coves de Vinromà, Culla, Alcalatén (1235); Segorbe, Jérica, Alpuente (1235-36); Sant Mateu (1237); Almenara y Sagunt (1238). Ésas eran las villas importantes, aunque también habría que añadir a esa lista Sorita, Vallibona, Herbés, Bel, Càlig, La Mata de Morella, El Boixar, Fredes, Benicarló, Coratxà, Rossell, Castellfort, Tírig y La Salzadella, con cartas de población anteriores a octubre de 1238.

4. Templanza. Si la templanza es lo alejado a los maximalismos y se acerca al arte del pacto, un capítulo fundamental de la conquista de Valencia fue la alianza fraguada entre Jaume I y Zayyan ibn Mardanish, el último rey musulmán de Valencia. Tras la victoria en la Batalla del Puig, el conqueridor forzó la rendición de Valencia con un acuerdo de vasallaje que le garantizaba su salida y la de los suyos de Valencia, a través del puerto de Cullera, para poner rumbo a Túnez. Eso evitó la guerra total y facilitó la toma del cap i casal.

5. Caridad. Dado que los templarios aportaron fondos fundamentales a las campañas militares de Jaume I y guerrearon con el monarca en la toma de Mallorca de 1229 y en las cuatro guerras entre 1233 y 1258 en las que se forjó el Reino de Valencia, el rey no ahorró en generosidad con la orden. Beneficiados por el Llibre del Repartiment y por ambiciosas operaciones de compra posteriores, los frailes guerreros del Temple llegaron a configurar, según el historiador Enric Guinot, «el Estado señorial más grande de todo el Reino de Valencia al hacerse con más de la mitad del Maestrat de Castelló».

6. Fortaleza. Hubo un punto de no retorno en que el avance de la conquista de territorio „no hacia el sur necesariamente, sino ocupando bastiones y dejando islas musulmanas„ dejó paso a un proyecto global para crear un nuevo reino. Fue después de 1240. En aquel momento Jaume I se sintió fuerte. Había culminado con éxito dos etapas: la de 1232 con Morella y Burriana como pivotes; y la de 1237-38 con l´Horta y Valencia. A partir de ahí, el hijo de Pere el Gran decidió que iba a crear un nuevo reino independiente y siguió adelante. Entre 1244 y 1245 se lanzó a la conquista de Xàtiva-Dénia-Biar, cuyo castillo cayó en febrero de 1245. Ahí estaba el esqueleto de la conquista valenciana.

7. Justicia. Para unos, los repobladores, fue un acto de justicia. Para otros, los musulmanes, fue una falta de justicia. A partir de la década de 1260 y 1270, el conqueridor mutó a el repoblador. Jaume I promovió la migración de colonos cristianos de Cataluña y Aragón a los nuevos territorios. «Este campaña „según Guinot„ implicó nuevas expropiaciones de tierras a musulmanes y condujo a éstos a la segunda rebelión general», de 1276 y 1277. Aún faltaba mucho para culminar la conquista.