Cuando dieron las 12 de la mañana en el reloj del Ayuntamiento de Valencia comenzó algo más que la tradicional Procesión Cívica del 9 d´Octubre. Más allá del descenso de la Reial Senyera desde el balcón municipal (impecable) y su recorrido por las calles de la ciudad, lo de ayer era una prueba de fuego para esta Comunitat, el momento de testar si las viejas rencillas nacionalistas estaban cerradas o el cambio de gobierno en las instituciones las había despertado. Y la respuesta está más cerca de ésto último.

La de ayer fue una Procesión Cívica multitudinaria y tensa, sobrada de insultos, acompañada también de aplausos, pero muy alejada de lo que teóricamente es una celebración. Sólo hubo unanimidad a la hora de cantar el himno (espeluznante) y agitar las miles de senyeras que colorearon el magnífico día que salió ayer y que acabó con los miedos del alcalde, Joan Ribó, de tener que subir al «papamóvil» que lleva la Senyera cuando llueve.

La causa de tanta tensión podrían haber sido los cambios introducidos por el nuevo equipo de Gobierno en el propio desfile: la Senyera bajó a los acordes de la Marcha de la Ciudad y no del himno de España, que quedó relegado a un tercer lugar; las tradicionales salvas de ordenanza que disparaba un piquete militar fueron esta vez salvas pirotécnicas; y la procesión no entró en la catedral para el Te Deum que introdujo el anterior Gobierno del PP en 1991.

Contra el catalanismo

Pero el problema no era ese. En los cánticos y las arengas no estaban presentes esos elementos. Era el presunto y varias veces desmentido catalanismo de Joan Ribó y su equipo de Gobierno lo que estaba en todos los mensajes.

Ya antes de la bajada de la Senyera se apostaron justo enfrente del balcón municipal un nutrido grupo de «Som Valencians». Banderas y globos azules eran sus «armas», y su lema: «Aci estem les torres blaves», así que aplaudieron la bandera y pitaron a las autoridades, que en medio de una gran multitud y con bastante más caos de lo habitual por el incremento de asociaciones participantes, iniciaron el desfile con casi 20 minutos de retraso.

Como es habitual, salieron delante las entidades culturales, los políticos, las confesiones religiosas, una representación militar etc. También Senyeras reconocidas y reconocibles como la ya habitual de Lo Rat Penat. Y en último término, la Reial Senyera, portada por Joan Ribó y sujeta de las borlas por los concejales de los cinco grupos políticos con representación municipal.

No perdió el buen semblante Ribo en todo el camino, y eso que nada más salir, confrentando con la calle Las Barcas, había una amplia representación del Grup Nacionalista Valencià (GAV) que mostraba cartulinas con una única acusación: «Catalanistas». Y junto a ellos y repitiendo sus cánticos de «som valencians, mai catalans», a veces también con sones futboleros, un grupo de «ultras» que obligó al fuerte dispositivo policial a concentrar efectivos en esa zona.

Sus abucheos fueron tales que la reivindicación de los trabajadores de Televisión Valenciana, colocados al otro lado de la calle, pasaron prácticamente desapercibidos.

Aplausos en La Paz

Fue el momento más tenso, porque ya en la calle San Vicente se alternaron claramente los abucheos de grupos carlistas con los muchos aplausos de la muchedumbre. Y cuando la procesión giró por la Plaza de la Reina para encarar la calle de la Paz, el ambiente se relajó suficientemente.

Es la parte más bonita del desfile y aquí hubo muchos vítores y aplausos para la Senyera y los séquitos. También se repitieron las acusaciones y los insultos, pero siempre con muchos aplausos.

No fue hasta la llegada al Parterre cuando se volvió a crispar la situación. El amplio perímetro de seguridad dejado por la policía no impidió que los políticos, con representantes de todos los partidos, fueran pitados en el momento de dejar una de las tres coronas que siempre se colocan a los pies de la estatua ecuestre de Jaume I.

Los silbidos siguieron, así mismo, a la salida de la procesión por la calle Pintor Sorolla e incluso en su camino hacia la calle las Barcas y la Plaza del Ayuntamiento, un tramo donde habitualmente hay poca gente pero que este año estaba totalmente abarrotado.

Y es que según fuentes de la Policía Local, a la procesión de ayer acudieron 60.000 personas, más de lo habitual y más concentradas que nunca al haberse eliminado del recorrido toda la vuelta a la Plaza de la Reina.

Al final, la Senyera volvió a subir al balcón, sonó exclusivamente la Marcha de la Ciudad, sin himnos, y el desfile se disolvió a la espera de la «mascletà».

Queda todo un año para reflexionar.