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Abriendo foco

De la dignidad al respecto

La unidad reflejada por la reivindicación de una financiación justa choca con la división patente en la calle ayer

De la dignidad al respecto

Donna Hicks es una prestigiosa profesora de Harvard especializada en la resolución de conflictos. Ha mediado en Oriente Medio, Colombia, Cuba o el Ulster. Esta semana ha conferenciado en Adeit y ha logrado reunir a lo más granado de la ciudad en el ámbito de la cultura empresarial. La doctora Hicks dice: «La dignidad es distinta al respeto, que hay que ganárselo. La dignidad es inherente». La jornada festivo-reivindicativa de ayer puso la guinda a una semana en la que los representantes políticos, económicos y culturales de los valencianos posaron ufanos ante el lienzo de los diputados estamentales „real, eclesiástico y militar„inmortalizados «al vivo» en la Generalitat por Sariñena. Se diría que simbolizan la dignidad inherente del pueblo valenciano. Ayer, además, las fuerzas vivas de esta sociedad salieron a la calle en el Dia Gran pidiendo respeto y el president Puig, por primera vez, logró romper el techo de cristal de la comunicación con un discurso sin complejos. Sin embargo, el respeto, ¿nos lo hemos ganado?

Reciclaje fallido. Que me perdone Ecoembes pero el reciclaje no funciona. La festividad del 9 de octubre se vivió ayer bajo el signo de la trifulca, en una revisitación de las imágenes en blanco y negro y los escenarios pretéritos, con planteamientos apriorísticos y desesperanzadores. El alcalde Ribó abucheado en la calle, los antiguos gobernantes atrincherados en la Catedral. Creíamos que algunos tics de la Transición se habían diluido, pero siguen entre nosotros como ultracuerpos, como un gen latente que malogra la deseable convivencia. No nos hemos reciclado. Las «valencias» frivolizan con los símbolos y las discusiones de campanario mientras la soberanía se va por el desagüe, se malbaratan recursos y se esfuma la respetabilidad. La mayoría se va de puente, se quedan los abonados a la bronca. El reciclaje de ideas, de manías, de sectarismos, de vicios y fantasmas flaquea. Un panorama que la foto del president de la Generalitat flanqueado por la su gobierno, la oposición, la patronal, los sindicatos, los rectores y el resto de agentes sociales no logra tapar.

La ficción. La demoscopia avala esta realidad. La ambiciosa encuesta que este periódico ha hecho coincidir con el Dia de la Comunitat ilustra la descripción y antecede a los hechos. El sondeo era preciso porque el cambio reciente en la sala de máquinas de la autonomía requiere un test constante. Porque vivimos tiempos de certezas volátiles. A la vista del resultado, parece que esta sociedad vive partida en dos mitades casi simétricas. Y es incapaz de encontrar caminos de entendimiento más allá de esa buena foto que maquilla grietas, como el gotelé. La «photo finish» que pinta la demoscopia desmonta la ocasión única, la oportunidad inédita, el escenario idílico de un pueblo unido reclamando un trato justo.

Dos almas. La sociedad valenciana „o valentina más exactamente„ pivota sobre dos almas desde siempre. Los extremos alimentan ese escenario. Algunos de los que se encargan de abonar convenientemente esa división ocupan despachos en el gobierno. Por una parte el Consell esconde entreverados a determinados elementos que andan repartiendo certificados entre los valencianos buenos y los malos. Pero es deber del president, como primus inter pares, atajar la categorización de su ciudadanía entre maulets y botiflers, algo propio de un sonado. Vuelven, si es que alguna vez se fueron, las dos caricaturas prehistóricas.

Senyera. En el otro lado está los que pasean la senyera a las primeras de cambio desde un valencianismo de cartón piedra recurrente, nada transversal, de trinchera. ¿De verdad no hay vida inteligente ahí? El resultado del duelo es evidente. En lugar de tener „mal que bien„ un solo 9 d'Octubre hemos tenido dos. Por una parte el de la calle, tomada por la procesión cívica, con pocos palmeros en esta ocasión y sí con esa minoría gritona que convierte este tradicional acto en un showroom de elementos descatalogados. Por la tarde, eso sí, la otra Valencia, hoy proteica gracias al esteroide oficial. Y por otra parte, el otro 9 d'Octubre, el del Te Deum. Anímese monseñor „además de rezar por la unidad de España„ a tenernos en sus oraciones también para recibir una financiación justa. Eso también es respeto.

Fractura. Se diría no obstante que la fractura política no está entre las principales preocupaciones del poder, lo que provoca extrañeza si lo que se pretende es consolidar mayorías. El respeto, por volver al principio, no se consigue con división interna. Ni siquiera con mayor visibilidad. Esta semana Puig se ha ganado a pulso una gran notoriedad en el plano español. Por convicción, por mal cálculo o por la presión interna el president ha irrumpido en el debate sobre la unidad de España hablando de Cataluña y criticando el cupo vasco. No está mal para empezar. Porque para que te hagan caso en Madrid tienes que hablar de Cataluña. Es el efecto «gremlin». En cuanto les mentas la bicha, se vuelven locos.

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