La Plaza de la Estrella de Gilet es el punto de partida ideal de una ruta donde los paisajes, la flora, la fauna y las leyendas populares la dotan de un atractivo especial.

La idea es tomar la antigua carretera de Teruel, que cruza el municipio, en dirección a la montaña más representativa de la localidad, El Balcón de la Peña, hasta encontrar lo que se conoce como paso de las cadenas.

Éste será el inicio de un pequeño recorrido de montaña, de poco más de siete kilómetros, en busca del Pico de la Creu, donde sus vistas no tienen parangón. A través de una pequeña senda, que puede transitarse tanto a pie como en bicicleta y ascendiendo por la Peña, se disfruta de un entorno natural extraordinario, el del parque natural de la Sierra Calderona.

Aunque la frondosidad de los alrededores deja entrever poco paisaje en ese momento, sí que se pueden apreciar los vestigios de una agricultura de secano cuya marca está presente en olivos, algarrobos y alguna que otra higuera, que se va asomando tímidamente entre los pinos.

Una vez alcanzada la cima de la montaña, en la Creu, el visitante encuentra unas vistas extraordinarias, donde la belleza de las mismas se conjuga con la paz y la tranquilidad del instante. Desde arriba y mirando hacia el este, se ve el mar y todo el Camp de Morvedre y al sur, el Vall de Toliu donde se asienta el Monasterio Franciscano de Sant Esperit.

En pleno corazón de la Calderona, a mitad del descenso por el Camí de la Creu está una piedra de gran tamaño donde está esculpido un fraile, sobre el que pesan decenas y decenas de leyendas populares. Entre ellas, la más famosa es la que apunta que la imagen aparece y desaparece, según el día; un efecto que, no obstante, provocan los rayos del sol, según apuntan los expertos del lugar. El fraile casi esculpido a tamaño real está arrodillado, en posición oratoria y porta en su mano un rosario. Las gentes del pueblo cuentan que se trata de un autorretrato de uno de los franciscanos del monasterio que convirtió aquel lugar en su rincón particular de rezo.

Pero ahí no quedan los misterios de esta ruta, ya que siguiendo el camino hay una cueva que alberga una pintura rupestre, descubierta por una expedición de estudiantes a principios de los años 80.

El intento de robo de la misma, pocos años después, obligó a instalar una reja en la cavidad como protección para evitar acciones similares. La pintura tiene forma de mariposa, aunque los expertos hablan de un ídolo por el gran tamaño de sus ojos que emula la figura de un dios.

El broche de oro de la ruta lo pone la visita al Monasterio de Sant Esperit de 1403, un emblema de la orden franciscana donde el quien lo visita tiene la posibilidad de hospedarse. Del monasterio destacan sus jardines, en los que se encuentra el considerado como cactus más grande de Europa, además de su iglesia y su biblioteca, que contiene importantes escritos.

Junto a este lugar está el área recreativa de Sant Esperit, una de las más visitadas de la provincia de Valencia y un lugar ideal para pasar el día. Bajo un manto de pinos, en plena naturaleza, hay mesas, zona de juegos y de esparcimiento que son ideales para recobrar fuerzas después de este corto pero intenso viaje en el que uno se queda con ganas de repetir.

Con algo de comida en el cuerpo y bien hidratados se inicia ya el regreso hasta llegar al lugar de origen, en pleno casco urbano de Gilet.