El Papa Francisco canonizó ayer a Louis Martin y Celia Guerin, los padres de Santa Teresita de Lisieux, a quienes la iglesia atribuye la curación milagrosa de una niña valenciana de siete años. Junto a ellos se canonizó también a Vincenzo Grossi y a la española María de la Purísimas (1926-1998), superiora general de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, este último un caso singular, puesto que ha sido canonizada solo 11 años después de comenzar la causa para proceder a su elevación a los altares y 17 después de su muerte, un proceso más rápido del que suele requerir la Iglesia Católica.

La canonización se realizó antes de la Misa, con una plaza abarrotada de gente, en la que el cardenal Amato pidió al Papa inscribiera en el «Libro de los Santos» a los beatos citados. Entre los invitados especiales, en los estrados situados junto al altar, estaba el ministro de Interior de España, Jorge Fernández Díaz, representando al Gobierno, y la niña Carmen, con sus padres y abuelos.

La pequeña es nieta de «Pere el carnisser» de Sedaví, su madre es de el citado municipio, pero viven en Alfafar. «Es espabiladísima, muy inteligente y muy normal», relata alguien que la conoce muy bien. El hecho acaecido en ella, considerado milagro por la Iglesia, de salvarse habiendo nacido con lesiones graves cerebrales que temieron su muerte, no ha alterado su manera de ser ni de vivir y tiene un comportamiento normal. Ayer subió con sus padres que la llevaban de las manos y no se arredró de ver y saludar al papa. Lucía un vestido rosa y se le pudo ver el rostro en público, pues siempre su familia intenta protegerla de la gente con el ánimo de que no sufra molestias por la curiosidad de la gente.

Presentó al Papa y fueron depositadas en un expositor litúrgico reliquias del matrimonio al que sus padres le encomendaron y que gracias a su intercesión salvó su vida, según documenta el proceso de canonización. Con ella iba el niño italiano Pietro en quien ocurrió otro milagro similar y que permitió su beatificación anterior.

Emoción entre los abuelos

En la expedición que peregrinó a Roma viajaban la priora y una religiosa del convento de Carmelitas Descalzas de Serra. Fueron las religiosas de este cenobio las que aconsejaron a los padres de Carmen que rezaran a los nuevos santos un día que el padre apareció por allí a rezar angustiado por el peligro de muerte de su hija.

José, Francisca, Carmen y Francisco, los abuelos asistieron «muy emocionados», según indicaron fuentes del arzobispado. «No os podéis imaginar la alegría tan inmensa que tenemos al ver a esta nieta tan hermosa y sana, es un auténtico milagro de la vida, la vimos tan malita, desde el primer día pensamos que era un milagro, incluso habíamos decidido comprarle una cajita para enterrarla», señalaron.