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Reunión

Los primeros de la Escuela de Magisterio

La promoción de maestros que estrenó la «Normal» de Monteolivete se reúne 50 años después de acabar los estudios

Los primeros de la Escuela de Magisterio

Los maestros también tienen asignaturas pendientes, y a la primera promoción masculina que salio de la nueva Escuela Normal de Magisterio de Monteolivete en 1965 le quedaba por abordar un reencuentro que ha tardado 50 años en llegar. Ayer, tras toda una vida dedicada a la enseñanza, volvieron a abrazarse 37 de los 76 miembros de aquella hornada de docentes forjada en una época en la que la segregación entre sexos en las aulas se prolongaba hasta la formación del profesorado.

«Estábamos totalmente separados los chicos de las chicas, incluso hasta en la cafetería de la Escuela había un muro que nos dividía y que la catedrática de Pedagogía, Raquel Payá, logró que se derribara al curso siguiente, recuerda Blas Collados.

Muchos de ellos se conocieron cuando apenas eran unos adolescentes de 15 o 16 años, pues a Magisterio se podía entrar al acabar cuarto de Bachillerato y superar una reválida. Hoy, cuando rozan los 70, recuerdan que se les formaba «para ser maestros ejemplares, donde lo importante era tener buena letra, y ejercer de propagandistas del nacionalcatolicismo», explica Ximo Seró.

Docentes «multiusos»

Este profesor, tras 42 años en aulas, señala que su Plan de Estudios elaborado en plena dictadura (1950) les adiestraba para una «escuela en la que primaba la confesionalidad católica por encima de todo, identificada con los principios del Movimiento Nacional, y promotora de la segregación por sexos en todas las facetas de la vida».

En tres cursos llegaban a estudiar 37 asignaturas, pues querían «un maestro para todo, un multiusos ya que incluso aprendíamos hasta Fisiología y epidemias y también Agricultura, pensando en el perfil de maestro rural», revive Seró, que al igual que muchos de sus compañeros de promoción tuvieron su primer destino en escuelas unitarias en la que convivían niños de diferentes edades en la misma clase.

Todos ellos, relata Seró, han hecho un viaje «de una escuela autoritaria en la que el alumno era un simple receptor del saber enciclopédico del profesor, a otra en la que el niño construye su propio conocimiento». De un sistema, añade, «que olvidaba el valenciano que hablaba buena parte de la sociedad» a la enseñanza en lengua propia.

Al ser cuestionado por la autoridad del maestro que hoy muchos añoran, Seró entiende que el docente «se la tiene que ganar aceptando que su papel no es el de ejercer de policía del aula, sino el de un organizador de tareas que debe formar a sus alumnos para que sepan responder a las preguntas que les surgirán a lo largo de la vida».

Aunque ya están jubilados, algunos de ellos siguen relacionados con la escuela como voluntarios. «Es esencial no desvincularse de la enseñanza, porque juntar nuestra larga experiencia con la vitalidad y el impulso de los niños y jóvenes es la ecuación perfecta de la educación», concluye Seró.

De Kennedy a la talidomida

De sus tres años de Magisterio, desde el curso 1962-63 hasta el 1964-65, Alejo Villanueva recuerda el impacto que les causaron acontecimientos como la Crisis de los misiles de EE UU con Cuba, el asesinato del presidente Kennedy o las malformaciones provocadas en los recién nacidos por la talidomida.

Para poder presentarse a la reválida que les graduaba como maestros, detalla Rafael Monferrer, debían obtener el título de instructor elemental del Frente de Juventudes superando un campamento estival de cuatro semanas en Alborache. «Por culpa del campamento no pude ir a competir a Alemania», lamenta Enrique Martí, que compaginaba estudios y atletismo como vallista de 400 metros.

Entre los buenos momentos, Pedro Villalba, destaca el «Paso del Ecuador» de esta promoción que tuvo como madrina a la cómica Mary Santpere.

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