Lo más parecido a lo que Pompeya sufrió el 24 de agosto del año 79 d. C. es un bombardeo. Cuando el Vesubio, que entró en erupción por última vez en 1944, escupió toneladas de lava y piedras volcánicas al aire, sobre la ciudad comenzó a llover una fina capa de cenizas. Después cayeron los «lapilli», pequeñas piedras volcánicas que se parecen a las normales, y enormes piedras pómez de varios kilogramos de peso que golpearon a pompeyanos y edificios por igual. Estos, que no estaban preparados para esos impactos, cayeron y sepultaron bajo sus restos a miles de personas.

Otros murieron asfixiados mientras intentaban huir de la ciudad y de la lluvia de ceniza y material piroclástico y cayeron sobre capas de polvo que posteriormente les cubrieron y permitieron conservar sus restos. Otra de las formas de morir en Pompeya fue por exceso de calor. Las temperaturas alcanzadas en las localidades más cercanas al volcán como Herculano provocaron que el agua de muchos cuerpos se evaporara, matando a los vecinos. Los cadáveres quedaron bien conservados y se han conseguido realizar calcos de sus cadáveres para estudiar las causas de sus muertes. Á. S. Valencia