Los huesos que estaban registrados como los de un reptil volador del grupo de los pterosaurios eran, en realidad, de un pequeño reptil del grupo de los protorosaurios, que habría sido comido posiblemente por un pez. Así se desprende de la investigación que está llevando a cabo Borja Holgado, profesor de la Universitat de València tras emplear nuevas herramientas de análisis tridimensional de un contenido estomacal fosilizado de hace unos 215 millones de años.

Del mismo modo que los huesos, los dientes, las huellas o incluso los excrementos de los animales del pasado fosilizan y son objeto de estudio de los paleontólogos para reconstruir el pasado, el alimento no digerido también aporta valiosa información sobre la fauna que en otros tiempos habitó en el planeta.

El investigador Fabio M. Dalla Vecchia, que también ha participado en la investigación, es uno de los investigadores que en los años 90 había asignado los restos a un pterosaurio y fue él mismo quien propuso la revisión de este fósil. «El trabajo actual confirma que es una regurgitación gàstrica posiblemente producida por un pez de grandes dimensiones, como ya apuntamos en el primer estudio», expone Dalla Vecchia.