Promovido por la Conferencia Episcopal Española cada año, hoy se celebra el Día de la Iglesia Diocesana; es decir, el día de las 69 diócesis que se reparten la geografía nacional. Y es a través de ellas y de sus más de 23.000 parroquias que tiene erigidas, por donde la Iglesia hace llegar hasta el último rincón su asistencia sacramental y espiritual, además de una sensible ayuda material a personas necesitadas través de las múltiples organizaciones por ella misma instituidas.

Sobre todo con sus Cáritas Diocesanas y parroquiales en el duro tiempo de crisis económica que tanto nos ha afectado. Concretamente, y por lo que se refiere a nuestra Archidiócesis, es el día de las 651 iglesias parroquiales adscritas a ella, servidas por 752 sacerdotes, más 50 economatos y 68 colegios diocesanos.

El lema escogido para este año ha sido el de «Una Iglesia y miles de historias gracias a ti», con la intención de resaltar que cada iglesia parroquial hace visible y cercana la historia de multitud de personas pertenecientes a su demarcación, los feligreses. Personas que en ella han compartido momentos verdaderamente importantes en sus vidas: desde el bautismo, primera comunión y matrimonio, hasta la religiosa última despedida a sus seres queridos. Y es para ayudar a mantener esta iglesia parroquial por lo que fue instituido este día, en el que somos invitados a colaborar a su mantenimiento. No solo con nuestra aportación económica, sino con nuestro tiempo y mediante nuestras cualidades.

Es la transformación de aquel revolucionario signo dominante entre los seguidores de la nueva religión en los primeros siglos del cristianismo, tan comentado en el mundo de entonces y que hacía exclamar a la gente: «¡Mirad como se aman!», según testimonio que nos ha dejado en su obra el escritor latino Tertuliano.

El signo de la caridad cristiana, mezcla de amor y solidaridad. Si bien hoy, con el aumento de la población y complicidad que conllevan los tiempos modernos los problemas se han multiplicado; aunque también compensados con las ofertas de ayuda a paliarlos por parte de numerosas instituciones públicas y ONGs que han surgido, arrebatando el protagonismo que antes tenía la Iglesia.

El resultado es, que este tradicional signo ya no es exclusivo de ella, al menos en lo material y exterior. Pero en lo interior, dentro de estas parroquias y bajo esas cúpulas y campanarios que denotan su presencia y son lugar de reunión de sus miembros, todo su movimiento organizativo sigue animado por el mismo espíritu caritativo y de acogida de siempre.

Y es lo que muy bien define la palabra «parroquia» utilizada y derivada de los términos griegos «par» y «oikia» que, traducidos a nuestra lengua, significa «como en casa».

Porque la parroquia, o los más de 23.000 templos que abarca la totalidad de las diócesis españolas, son para cada grupo de cristianos que recibe como la casa nuestra, el hogar común de la familia que acoge a sus miembros, los atiende, celebra sus acontecimientos felices, comparte sus sufrimientos y les ayuda en sus necesidades.