El fracaso escolar planeaba sobre su futuro, como le ocurre al 64% de los niños gitanos. Pero el día que vio a su madre regresar a casa agotada después de haber limpiado tres viviendas, Antón Fernández decidió romper con el cliché de que la población gitana no estudia, dejar de ser carne de exclusión social y subir a la orla académica.

«¿Por qué los gitanos tenemos que hacer los trabajos que no quieren los payos? ¿Por qué mi madre no podría tener otra persona limpiándole la casa a ella? Estudiar no es solo cosa de payos, como siempre decimos». Antón estudia ahora bachillerato. Quiere demostrar a los que vienen detrás de él que un futuro mejor es posible si no abandonan las aulas. Así lo compartió ayer con muchos otros jóvenes y niños de su minoría étnica en el III Encuentro autonómico de estudiantes y familias gitanas, al que acudieron más de 200 estudiantes de la comunidad romaní.

Los gitanos reclaman el papel que les corresponde en la sociedad, y saben que la educación de sus hijos es su mejor arma contra la marginación.

«Leonor deja la escuela»

«La educación es fundamental para romper el círculo de la exclusión. Si una comunidad se queda atrás en educación, está condenada al fracaso». Son palabras de Lola Fernández, directora de la Fundación Secretariado Gitano en la Comunitat Valenciana, que organizó el evento de ayer.

La fundación lanzó con un vídeo la campaña «Leonor deja la la escuela», que en octubre triunfó en redes sociales gracias a la participación de la periodista Ana Pastor. Lo triste para el colectivo romaní es que esta atención se debió a la confusión de que quien abandonaba los estudios era la princesa. La Leonor de la que en realidad se hablaba es gitana y en vez de aspirar a la realeza sueña con ser doctora. Su educación debería importar tanto como la de la primera, pero si pasa a engrosar ese 64% de niños gitanos que no completa la educación obligatoria no logrará ser de nuevo «trending topic». «Las niñas lo tienen mucho más difícil, a los 12 dejan la escuela y con 14 están casadas», cuenta Tamara Martínez, que está en tercero de magisterio y que con su ejemplo quiere dejar claro a todas las Leonores que la niña gitana que quiera puede estudiar.