Que los seres humanos somos solo y esencialmente lo que está escrito en nuestros genes desde la concepción es una idea que ha quedado desfasada desde que en 2003 se completara la secuencia del genoma humano. El avance de la ciencia ha permitido descifrar poco a poco el lenguaje que recopila unas modificaciones químicas que pueden regular la expresión de muchos genes y comprobar que hay mucho más en las bases moleculares del funcionamiento de las células, el desarrollo, el envejecimiento y las enfermedades de las personas y demás organismos vivos. Estas cuestiones son la base de la “Epigenética”, una nueva rama de la biología en la que se dio a conocer en 2011 Sacramento Rodríguez Ferrón (Torrent, 1974), al descubrir una nueva molécula que se produce en el cerebro de los adultos y que promueve la actividad de las células madre y la formación de nuevas neuronas.

Sacramento Rodríguez Ferrón es doctora en Biología por la Universitat de València e investiga desde 2012 en el departamento de Biología celular de la UV con un contrato Ramón y Cajal. Sobre esta vertiente científica que estudia las modificaciones que se producen en el material genético de los organismos vivos y sobre la investigación que desarrolla actualmente en el Biotecmed versó su conferencia “Epigenética: el ambiente plasmado en tus genes” en la Fundación Cañada Blanch, dentro del quinto ciclo “ConecTalks” que dirige el catedrático de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València, Vicent Martínez.

Cada individuo tiene un texto genético distinto

Para explicar el concepto “epigenética”, la investigadora valenciana comparó el material genético con una especie de libro con una serie de letras combinadas de una determinada forma que, al final, formará un texto distinto en cada individuo, que es el que constituye su aspecto físico, su carácter, su función metabólica, etc. Un texto compuesto por unas letras fruto de la herencia genética combinada del padre y de la madre y que da lugar a un fenotipo o aspecto concreto.

“La epigenética -señaló- son los cambios que se producen en esas letras, pero no respecto a qué letra pongo sino a que esa letra pueda ser en mayúscula o en minúscula o pueda tener una determinada característica-color que también va a influir en cómo es nuestro aspecto”. “La epigenética -explicó Rodríguez Ferrón- son esos cambios, no de texto, sino de resaltado o subrayado. Estos cambios son como unas “marcas” que se ponen en ese código y que influyen en cómo se van a expresar los genes o qué texto vamos a tener al final”.

La alimentación “marca” el material genético

Trasladando la teoría a un caso práctico, expuso el de los hermanos gemelos con aspectos diferenciales porque se han criado en ambientes distintos, de ahí que uno, por ejemplo, sea mucho más propenso que el otro a ser obeso. Una característica que viene marcada por cómo se han alimentado durante su adolescencia o su crecimiento. “La alimentación -expuso- va a poner también esas marcas en su material genético, porque si uno acostumbra su organismo poniéndole marquitas a nivel genético diciéndole con reiteración “soy una persona que come muchas grasas”, al final su metabolismo se va a convertir en un metabolismo obeso o con tendencia a acumular grasas. De modo que si el otro gemelo ha llevado una alimentación mucho más equilibrada, esas marcas no aparecen y su texto genético, aunque sea el mismo que el de su gemelo, no va a tener marcas diferenciales que lo van a hacer propenso a padecer diabetes u obesidad”.

“La alimentación modula los aspectos del material genético en los individuos para después cambiar el metabolismo de las generaciones futuras”, dijo, y puso como ejemplo los efectos metabólicos que va a sufrir un individuo expuesto a malnutrición fetal. Cuando ese bebé se convierte en un adulto, las marcas que la carencia nutricional de su madre han puesto en su material genético provocarán que convierta su organismo en un metabolismo ahorrador, lo que le producirá problemas de obesidad o diabetes al captar los azúcares con más eficiencia. Esto no ocurriría en un ambiente social en el que la nutrición no estuviese invadida por hidratos de carbono o exceso de grasas como ocurre en los países desarrollados. “Lo que realiza la epigenética -aseguró- es poner marcas en el material genético para que el individuo pueda sobrevivir en un ambiente de privación nutricional. Hasta hace poco no se sabía que esas marcas podían pasar de la madre al feto y que posteriormente se iban a traducir en problemas metabólicos en el adulto”.

Efectos transgeneracionales

Antes se creía que la aportación del padre en el crecimiento del feto terminaba en la fecundación. Por contra, Rodríguez Ferrón indicó que un padre que haya sufrido desnutrición, tabaquismo o alcoholismo dejará unas marcas en el material genético de su esperma que heredarán los fetos, obligándoles a que su metabolismo sufra las consecuencias de esos efectos ambientales.

La bióloga de Torrent añadió que existen muchos estudios que indican que esos efectos pueden ser transgeneracionales, traspasando así las marcas del material genético hasta dos generaciones, de modo que el organismo de los nietos respondería de una forma distinta a como lo haría un feto cuyo padre no hubiera sufrido desnutrición, tabaquismo o alcoholismo. “Hasta ahora -manifestó- se creía que todas las marcas epigenéticas se borraban antes de la fecundación y se empezaba de cero, pero se ha comprobado que las marcas establecidas por las experiencias previas de sus padres perduran en el nuevo embrión, lo cual puede causar un uso anormal de los genes conduciendo al feto a la enfermedad”.

“Las células cerebrales sí se regeneran”

Sobre el objetivo de su investigación en el departamento de Biología Celular de la Universitat de València, señaló que es el de determinar cómo el ambiente, -entendiendo por ambiente aquello que puede influir exteriormente en un individuo: la alimentación, el clima, la actividad intelectual o el deporte- regula la actividad de las células madre neurales para la reparación o terapia de daños cerebrales o en enfermedades neurodegenerativas. “En los años noventa del pasado siglo se produjo una revolución conceptual al comprobarse que existían células madre neurales en el cerebro adulto que formaban nuevas neuronas a lo largo de toda la vida adulta”, resaltó.

Sacramento Rodríguez Ferrón aseguró que “hasta entonces se creía que el cerebro adulto no regeneraba, pero actualmente se ha demostrado que sí existe una regeneración cerebral”. Respecto a los efectos que el ambiente tiene sobre las células madre neurales, expuso que existen múltiples experiencias que también marcan el material genético de estas células madre neurales. Por ejemplo, el ejercicio físico o un ambiente enriquecido por cualquier actividad intelectual como pueda ser la lectura o la música “marcan” el ADN, de modo que se activa la proliferación de estas células resultando en una mayor formación neural.