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Área de seguridad

El aeropuerto de Manises chequea a más de 700 pasajeros al día en busca de explosivos

Los vigilantes disponen desde septiembre de 12 aparatos para controlar a viajeros, tripulantes y trabajadores del aeródromo

El aeropuerto de Manises chequea a más de 700 pasajeros al día en busca de explosivos

Una lata de refresco de piña de 33 centilitros rellena de TNT y con un pequeño detonador causó la muerte el pasado 31 de octubre de las 224 personas que viajaban a bordo del Airbus 321 de la compañía rusa Metrojet que explotó sobre la península del Sinaí. Los investigadores creen que la bomba casera fue colocada casi con toda seguridad debajo de un asiento por un empleado del aeropuerto de Sharm el Sheij, la turística ciudad egipcia de la que despegó la aeronave con destino a San Petersburgo (Rusia).

La pregunta surge inevitablemente. ¿Es posible que algo así suceda en un aeropuerto español, en el de Manises sin ir más lejos? «En teoría no, pero ha ocurrido, ¿no?», responde una fuente del Ministerio del Interior que prefiere permanecer en el anonimato.

La férrea normativa de seguridad aérea que rige en todo el mundo desde el 11-S y que ha ido endureciéndose a golpe de atentado yihadista ha dado una vuelta de tuerca más: desde el pasado 1 de septiembre, los vigilantes destinados en los aeropuertos europeos tienen la obligación de someter a controles de detección de trazas de explosivos a empleados, tripulantes y buena parte de los viajeros.

Manises no es una excepción. La instalación cuenta con al menos una docena de aparatos de la empresa francesa Safran que permite al persona de seguridad realizar una media de 700 chequeos diarios sólo a pasajeros. Es un notable porcentaje de los viajeros que atraviesan cada día los controles de seguridad antes de emprender un vuelo desde la terminal valenciana.

A esos exámenes se le suman los que ordena la Guardia Civil ante cualquier sospecha sobre un pasajero concreto y los que se realizan a todos los empleados y tripulantes que pasan por alguno de los filtros para entrar en el área de seguridad.

Los aparatos se encuentran ubicados en los arcos de entrada de pasajeros, en el acceso de viajeros especiales -discapacitados, personalidades, etc...-, en el de aviación general, en los puntos por los que entran los trabajadores del aeropuerto, los tripulantes tanto de vuelos comerciales como privados y los vehículos. Es decir, en todos los accesos.

Aún así, el sistema se ha revelado falible tras el brutal atentado del Sinaí. La sospecha es que un empleado debió introducir en distintos días los elementos necesarios para poder fabricar la bomba en el último momento y colocarla dentro del Airbus 321 durante su limpieza, en los minutos previos al despegue de la aeronave.

Es un hecho que los trabajadores de las instalaciones aeroportuarias están catalogados como de «alto riesgo», ya que la relación de confianza y proximidad que genera el contacto diario con el personal de seguridad puede derivar en una relajación de las medidas de control sobre ellos. Eso les convierte en objetivos de especial interés para los captadores de las células yihadistas que buscan una vía de entrada de explosivos o armas en una instalación tan sensible como un aeropuerto.

Aeropuerto en prueba

Hasta la entrada en vigor de la instrucción europea, era la Guardia Civil quien tenía la responsabilidad de chequear a los pasajeros que salían de Manises, para lo cual contaban con único detector de trazas de explosivos. El aeropuerto valenciano era uno de los pocos en España que contaba con esos controles, dentro de una experiencia piloto que AENA puso en marcha hace casi cinco años.

En todo este tiempo, ha habido muchos positivos, pero ni uno solo de ellos era real. Los ETD -explosive trace detector, en inglés- son capaces de determinar en segundos si la piel de un pasajero, el tejido de su ropa o el interior de su maleta ha estado en contacto con alguno de los elementos químicos que forman parte de cualquier explosivo.

Sin embargo, sólo es el primer filtro, porque muchas de esas sustancias forman parte también de productos tan inocuos como cremas faciales, lociones de afeitar o pomadas hidratantes. Por ello, tras esa primera alarma llega el cribado que realizan las fuerzas de seguridad para ahondar en cada caso, todos los cuales han resultado ser, por fortuna, falsos positivos.

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