Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Enferma de anorexia, 19 años

"No podría salir de esto por mí misma, no tengo fuerzas para nada"

Alba lleva un mes en deterioro extremo y a la espera de ingresar en La Fe

La joven Alba.

Desde que espera que su hija ingrese en La Fe, hace ya un mes, Maite A. acompaña a diario a Alba a urgencias para que examinen sus constantes vitales. El 21 de octubre tenía que haber entrado en el hospital porque su deterioro físico ya es extremo. «Si no está ingresada „se lamenta la madre„ es porque no se puede, pero es que hay muchísimos casos de afectadas por esta enfermedad». En la unidad de La Fe solo hay diez plazas para toda la C. Valenciana. «Veo a mi hija consumirse día a día, no puede correr, ni andar, ni salir a tomar el sol, nada...», confiesa Maite, que asegura que Alba no tiene casi ni latido, en ese cuerpecito tan menudo de 37 kilos, y que lo que están pasando «es muy duro». La segunda y última vez que estuvo internada cogió 9 kg en tres meses pero los perdió al volver a casa y dejar de comer otra vez.

Alba, ¿cómo te encuentras?

Ahora me veo muy mal físicamente. Por dentro siento un caos muy grande y necesito que cambie ya. Yo misma me he ido arrastrando por ese caos y hasta que no cambie algo, que yo no soy capaz de cambiar, porque no tengo fuerza ni física ni mental. No podría salir de esto por mí misma porque no tengo fuerzas ni motivos para luchar por nada. Necesito un cambio para seguir con mi vida, porque yo ahora no vivo, sobrevivo, pero hace mucho tiempo que ya no vivo.

¿Te acuerdas del principio?

Sí, me acuerdo de todo.

¿Y qué paso?

Tenía mi vida más o menos ordenada. Empecé a salir con un chico y a tener la autoestima muy bajita. No tenía curvas porque siempre he sido delgadita, él se fijaba mucho en las chicas que tenían más pecho, así que empecé a comer compulsivamente para que me crecieran los pechos. Tuvimos una relación de seis meses y me volví muy celosa. Yo lo consideraría una segunda anorexia pero al revés, porque era una obsesión muy grande la que tenía.

Ya estabas mal.

Una vez ya cortamos volví a salir con mis amigos, a ir de fiesta y a hacer cosas que no quería por conocer gente. Al principio ese año fue bien, pero a finales de Fallas la cosa empezó a descontrolarse demasiado. Me obsesioné con ir de compras y con robar ropa sobretodo y también gominolas, lo que me pillara... Me sentía muy vacía y evitaba relacionarme con mi madre porque estaba muy rebelde, no tenía un soporte de estudios y mis amigos ya no lo eran. Y evitaba darme cuenta de todo eso.

¿Cómo llenabas esos vacíos?

Robando, conociendo gente, pero era un autoengaño y mi vida seguía en un caos cada vez peor, sin yo darme cuenta. Estaba perdiendo el control de mi vida y poco a poco empecé a controlar la comida; no sé por qué, porque yo me sentía a gusto con mi cuerpo, aunque no conmigo misma. Al principio me llevaba una manzana para comer y creía que era por pereza y comodidad.

¿No te dabas cuenta?

Ese año empecé a dar Nutrición en un ciclo de Atención Sociosanitaria y a conocer las calorías de las grasas. Un día mi madre me puso un plato de albóndigas con patatas y aparté el plato y dije: «No voy a comer fritos en mi vida». Empecé a tener la información, que es la que hay en la sociedad, de que las grasas son malas, de que hay que evitar los azúcares... Todos nos creemos que somos expertos en nutrición cuando no tenemos ni puta idea. A mí todo eso me influía. No tenía necesidad ni pretensión de perder peso, pero como mi vida estaba tan vacía, al controlar la comida me sentía llena.

¿Y empezaste a adelgazar?

Cuando se acentuó más la situación empecé a perder peso y a obsesionarme más. Al principio me costaba controlar el hambre porque era muy de dulces, pero lo cambié por cosas con menos calorías y menos grasas. Quería llevar una alimentación sana y de lo sano pasé a lo enfermo, hasta el punto de que empecé a restringir cada vez más, cada vez hacía menos ingestas, eran menos calóricas y conforme perdía peso, me obsesionaba más, hasta el extremo de que me pasaba días sin comer nada, ni un trozo de manzana. Un gajo de mandarina me daba pánico y miedo porque engordaba.

¿De dónde venía ese miedo?

Nunca lo he sabido. Al final me quedé sin energía. No podía levantarme del sofá, ir al baño era un sobreesfuerzo, no podía ni hacer pis. Tenía mucho frío, el pelo se me empezó a debilitar, empecé a tener alucinaciones, veía en blanco y negro porque no tenía glucosa en la sangre, me mareaba, me desmayaba, por no hablar de lo psicológico...

¿Cómo lo vivías por dentro?

Sentía que me daba todo igual, me pasaba el día llorando, mis amigos me dejaron de lado, perdí toda la vida que tenía, eso hizo que se agravara la anorexia porque sentí que había vivido engañada, me quedé sola sin amistadas, sin estudios, sin nada y sin ganas de nada, llorando y psicológicamente metida en un pozo del que pensaba que no iba a salir nunca. Y no me importaba donde me podía llevar eso, lo único que me importaba era no comer. Eso nada más.

Compartir el artículo

stats