¿Cuantas bocas de mujeres melladas por los golpes de sus maltratadores se quedaron con los huecos en blanco de los dientes porque no había una ayuda urgente para arreglársela? ¿Cuántos tímpanos permanecen dañados y sordos por los palos recibidos? ¿Cuántas secuelas producidas por el ataque iracundo de maridos y novios violentos se han quedado sin reparar por no poder disponer la mujer de un partida extra que, sin embargo, estaba presupuestada en las anualidades 2013 y 2014?

Estas son algunas de las preguntas que durante esos dos años se planteaba y todavía se formula exdiputada socialista Modesta Salazar que durante ese bienio presentó al Ejecutivo autonómico de Alberto Fabra decenas y decenas de preguntas e interpelaciones sobre la cuantía de unas ayudas de emergencia que se aprobaron para las víctimas de la violencia machista y que quedaron en suspenso y sin ejecutarse por no desarrollar el reglamento que regulaba la concesión de las mismas, como ayer publicó en exclusiva Levante-EMV.

En total fueron 200.000 euros en el año 2013 y 75.000 euros más en 2014 que en vez de utilizarse para lo que estaban destinados acabaron de vuelta en las arcas de Hacienda para otros menesteres.

La parlamentaria que guerreó durante años para que estas cuantías llegaran a las mujeres que lo necesitaran explicó ayer a este rotativo que esas ayudas de emergencia tenían dos destinatarios: por una parte, los hijos de las mujeres asesinadas para que pudiera hacer frente a gastos imprevistos de subsistencia y mantenimiento tras la desaparición de la madre y para resolver situaciones muy puntuales y «urgentes», como la propia partida presupuestaria indicaba, de reparar ciertas secuelas físicas de las supervivientes de esa violencia.

«Eran ayudas de urgencia porque era para facilitárselas a las mujeres que tenían que salir de casa con lo puesto o porque no aguantaban en casas de acogida», explica Modesta Salazar.

La exdiputada indica también que ese dinero era para momentos muy cruciales y concretos. «Cuando a una mujer le salía un trabajo, tenía la boca sin alguna pieza dental que había perdido por los golpes y convenía arreglársela para que acudiera a su nueva ocupación en buen estado».

También era para resolver problemas de audición o visión.

«La respuesta que me daban a las preguntas es que estas mujeres nunca se quedaban sin atender pero lo que decían eran mentiras, puras mentiras», afirma la exparlamentaria socialista