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Testimonio

"Tras siete años, aún me es imposible asumir que han asesinado a mi hija"

El Gobierno reconoce la labor de los padres de Rocío López, apuñalada por su expareja en 2008

"Tras siete años, aún me es imposible asumir que han asesinado a mi hija"

Félix y Lucila están jubilados. Dedican su tiempo a acudir a institutos de secundaria, donde enseñan fotos de Rocío. Es su hija. Le cuentan a los adolescentes que la joven estudió magisterio. Que fue campeona de la Comunitat Valenciana en gimnasia artística. Les explican que era muy alegre, que se estaba preparando las oposiciones para ser maestra de Pedagogía Terapéutica. Les narran también que un 30 de noviembre de 2008 (el próximo lunes se cumplen siete años), Rocío acudió a la calle Ecuador, en el barrio de Benicalap de Valencia, a ayudar a su exnovio a hacer una mudanza. Jairo la estaba esperando para matarla. Los adolescentes lloran cuando llegan a este punto. Entonces, Féliz López y Lucila Agredano, deshijados, les piden con todo el dolor de su corazón que hagan lo posible para que no ocurra algo así nunca más.

A eso se dedican los padres de Rocío desde que su marido, con el que se había casado a escondidas, la mató. Ayer recibieron la Distinción al Compromiso y Trabajo contra la Violencia de Género de manos del delegado del Gobierno de la Comunitat Valenciana Juan Carlos Moragues, en una primera edición de estos reconocimientos que pretenden poner en valor el trabajo anónimo de la sociedad contra la violencia machista.

«No nos esperábamos esta distinción. Nuestra asociación nació en marzo de 2009 para dar respuesta a los familiares de las asesinadas y a las víctimas de malos tratos. Somos pocos, prácticamente todos de la familia, pero hemos llegado ya a 150 mujeres», explica a Levante-EMV Félix. Tienen dos objetivos: que se instaure una asignatura obligatoria en la educación desde infantil hasta la universidad en la que se eduque en igualdad y que se reconozca a estas víctimas penalmente igual que a otros colectivos.

Aunque observan mejoras por parte de las instituciones policiales y jurídicas, indican que aún queda mucho por hacer. «Aquel día 30, Rocío no llamaba, siempre lo hacía. Instintivamente, subí a mirar los periódicos por internet. Primero vi en uno que había habido una pelea entre bolivianos. A la media hora vi en Levante-EMV que una joven de 25 años había sido asesinada en la calle Ecuador. Bajé y le pregunté a mi mujer: '¿de qué te suena esa calle?'. Me contestó que era donde vivía Jairo, y automáticamente le dije que teníamos que ir a la Comisaría. Al abrir la puerta me encontré a dos policías, que se limitaron a decirme que era mi hija mientras me daban un número de expediente», recuerda Félix.

«Hoy en día eso ha cambiado. Acuden psicólogos a dar estas noticias y los agentes están más preparados, tienen más tacto», señala. Tanto él como su mujer continúan recibiendo tratamiento psicológico 7 años después. «Me es imposible asumir que han asesinado a mi hija», comenta Lucila.

Mientras luchan por conseguir sus objetivos, se entregan al acompañamiento y asesoramiento de las víctimas y sus familiares. «Les dirigimos al Centro Mujer 24 horas, aunque tenemos psicólogos que colaboran altruistamente. Lo importante es que sepan dónde ir».

Es una quimera que les acompaña desde aquel 30 de noviembre. «Nosotros nunca vimos un moratón a nuestra hija. Nunca comentó nada. Jairo entraba en casa y no veíamos nada raro», lamentan. «Tienen que saber que el primer paso es contarlo a sus familiares o amigos». Para convencer a las mujeres, les muestran a Rocío. «Sacamos sus fotos, les hablamos de ella. A veces nos desplazamos a pueblos y quedamos en bares para que sus parejas, que las tienen controladas, no la pillen. Creemos que contando la historia de Rocío ayudaremos a otras mujeres», cuenta Lucila.

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