El teatro de la Banda Primitiva de Llíria acogió ayer un concierto inédito en el que la música tenía una doble misión. No sólo debía deleitar a los espectadores a través del sentido del oído. También debía ayudar a cocinar una paella colocada en el escenario estimulando el fuego con diversas partituras tradicionales y otras compuestas para la ocasión.

Unas doscientas personas siguieron desde las butacas durante casi dos horas el proceso de cocinado de la paella. El humo llenando el auditorio y el olor a sofrito en las primeras filas dejaba una estampa única propiciada por el arte culinario del maestro paellero Rafa Margós y el director y compositor Joan Cerveró, quien fue, entre otros cargos, director musical del Ballet de Teatres de la Generalitat.

El acto de ayer y la idea de unir ambos talentos para la cita fue de la empresa arrocera La Fallera, quien llevaba preparando la cita desde hace meses. De hecho los ensayos de las 18 composiciones comenzaron en septiembre.

Para llevar a cabo este reto, se creó un serpentín sobre el cual se colocó la paella. Esta estructura se alimenta con gas por un extremo, y a lo largo de la misma hay una gran cantidad de agujeros por donde prenden las llamas. Al otro lado de los tubos se colocaron varios pequeños altavoces por los cuales se proyectaba la interpretación de los músicos.

El serpentín se basa en el tubo de Rubens, el cual permite «visualizar» las ondas, ya que la longitud de las llamas varía en función de la amplitud de la onda sonora. De esta forma los cocineros debían trabajar teniendo en cuenta la intervención del sonido, a la vez que en otros momentos daban más o menos fuego en cada paso de la preparación de la paella.

Repertorio a medida

Para lograr que la música «cocinase» la paella, la interpretación musical había sido diseñada pensando según las necesidades de la receta. Así, para aquellos momentos en los que la cocción debía ser más lenta, la música también era más relajada y suave en intensidad. Por el contrario, para conseguir el «socarrat» y por lo tanto un fuego más vivo, los músicos ayudaban con una interpretación mucho más elevada y constante. Esta «banda sonora» de las paellas contaba con piezas populares en cualquier repertorio habitual de las bandas valencianas, que como explicaba Joan Cerveró son «patrimonio emocional de varias generaciones».

Pero el repertorio también incluía piezas originales del director, que incluso apostó por compases experimentales. Como explicaba a este diario, «hay momentos en los que se utiliza el arroz en la composición o en los que se utiliza únicamente el aire de los instrumentos». Como pudo ver y escuchar el público, los músicos hicieron sonar arroz a modo de maracas e incluso golpearon paellas a ritmo en el clímax del «socarrat».

Por su parte, el maestro paellero Rafa Margós, señalaba que al conocer la idea de llevar a cabo tal evento, no se sorprendió tanto por el lugar en el que debía cocinar como por «hacer una paella con música». Explicaba que antes de la gran cita habían realizado al menos cinco ensayos generales. Aún así, con toda la preparación, experimentar supone asumir unos riesgos que aparecieron ayer en escena y no habían tenido en las pruebas. Casi al final de la actuación tres de los altavoces ardieron, pero fueron rápidamente sofocados con trapos húmedos tras las instrucciones de los bomberos. No fue un impedimento para que la paella saliese adelante. «Tiene un aspecto buenísimo», sentenciaba una de las muchas personas que tras el concierto subieron al escenario para fotografiar la paella.

«Esto no se va a repetir»

El concierto empezó con dos notas que arrancaron los aplausos del público tras observar a través de la pantalla gigante cómo se movían las llamas con el sonido. Y terminó con compases del himno de la Comunitat Valenciana en el escenario y «bravos» entre el público.

«Me ha parecido una pasada», explicaba Esther, que había acudido desde Castelló con su hijo Nico. «Ha valido la pena, porque esto no se va a repetir», añadía. Por su parte, Marisa, vecina de Llíria, explicaba que era «algo excepcional». «Todo es un acto lúdico, puesto que la paella siempre se hace el domingo con familia y amigos y la música me produce mucha alegría». «Esto es muy complicado», decía Salvador, músico de la banda, quién no dudaba en tirar de orgullo y señalaba: «¡Esto sólo podía ser en la Primitiva, la banda más antigua!».