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Abriendo foco

La fuerza del ausente

A veces los debates los gana el escapista. Jugada de Rajoy en el duelo del lunes: tres tipos contra una mujer.

La fuerza del ausente

Campaña electoral, epicentro Valencia. Los valencianos somos el mínimo común múltiplo del español y por eso los partidos han puesto el foco aquí para librar su principal batalla. Según el CIS gana el PP y Compromís-Podemos supera al PSPV. Lógico. Para bien o para mal, se habla más de Oltra y los suyos que de la gestión de Puig. Altisonancia en el mensaje, se llama. Los regalos de empresa, el coche particular, el Belén, las tunas y el «apitxat» están en franca regresión, gracias a la izquierda del sorpaso. Así que a los socialistas sólo les queda ganar presencia para su candidato Sánchez.

Campaña y debates. El PSOE sólo dispone de la campaña electoral recién estrenada y los debates para conseguirlo. Pero, ¿sirven para algo los debates? Al ser el valenciano un pueblo desconectado las formaciones políticas sólo pueden contrastar sus propuestas a base de monólogos o de voluntariosas apuestas como las de la SER. Tiene mérito reunir a a Marzà y Català o a los cabezas de lista porque lamentablemente la mayoría de ciudadanos en este bancal ni acompañan a su mujer al ginecólogo, ni leen libros de autoayuda empresarial, ni siguen los debates.

Lunes. Los debates están sobrevalorados como reyes catódicos. Ahora se nos anuncia con gran pompa el «debate decisivo» para pasado mañana. Mire, una tarima. Deténganse, un micrófono. Atención, un auto cue. Lo nunca visto. Hay quien cree haber descubierto Marte y mucha culpa de tanta mitología la tienen Kennedy y Nixon. La principal patología del debate es que su a moderadora se le presuma un protagonismo castrante, o que esperando algo distinto a lo visto hasta ahora en las cadenas públicas nos perdamos en el atrezzo. Podría suceder.

Constreñidos. Los debates electorales en vida de nuestra extinta TV daban más de sí en las fechas previas „el linchamiento del moderador, el trapicheo de las reglas, la hipocresía de los partidos al pactar normas de las que después groseramente apostataban„ que luego en su devenir. Digamos que en general suele obtener más audiencia la polémica por la ausencia o el rifirrafe apriorístico que el duelo en sí. Sin embargo y hasta ahora nadie ha logrado en España organizar un debate exitoso. Ni en el del otro día el que mantuvieron Sánchez, Rivera e Iglesias.

Baño y masajes. En ese debate para internautas el cuarto atril estaba en Tele 5 a la misma hora. Era el cuarto tiro de cámara „Rajoy con Piqueras„ porque, en definitiva, los políticos se han acostumbrado a mirar a la cámara de forma violenta, sin interactuar entre ellos como sería deseable. Completan el lienzo la camisa blanca como nexo común y luego el complemento ideológico „y ridículo„ como marca personal. Corbata, no corbata, no chaqueta. Miradas falsas, risas enlatadas, como Bertín entrevistando a Pedro Sánchez, como Rajoy soltando tacos en el sofá de Osborne, como emoticonos de móvil.

Fracaso. ¿Qué le pasa a este país? ¿Qué les pasa a los debates? Hay tal pulsión para moderar el intercambio de ideas que no les damos cuartelillo a los políticos para que desbarren a su gusto. Los convocamos como gallos de pelea y luego les esposamos. El debate es en España un animal que cobra vida y que tiende a la rigidez, comiéndose la finalidad del mismo, la contraposición de programas.

Bipartidismo audiovisual. La moda del pluripartidismo choca con la enraizada tradición maniquea española audiovisual del bipartidismo. Ese esquema parece el predilecto por parte del televidente y eso favorece un hipotético cara a cara Rajoy-Sánchez. Mariano no se prestará ni a ese ni a ningún formato. 7 de cada 10 españoles ven mal que el presidente del Gobierno rehúya los duelos televisados. Pero los otros 3 piensan que hace bien. ¿Qué gana yendo de cadena en cadena para que le partan la cara? No le ha ido mal hasta ahora. Logró obtener la ventaja del ausente en el plató de Prisa, como cuando a uno le hacen la cama en el fútbol. Salta el jugador y su rival se aparta, sufriendo las consecuencias el saltarín. Eso le pasó a Pablo Iglesias.

Rajoy. Tras ver a Rajoy con Bertín „una especie de entrevista Hoffman„ me convenzo de que Rajoy debe ser un tipo de esos que se pierde con luces largas y que sin embargo es divertido en la barra de un bar, en una sobremesa o tras la cena de navidad. Pero la dimensión de su habilidad cuando lo arrinconan „ya demostrada„ o su particular gestión de la comunicación no verbal avalan la decisión de apostar por Soraya Sáenz de Santamaría como sosías. Jugada maestra. Tres tipos contra una señora menuda. La más lista del cuarteto.

La careta. A Rajoy le va bien lo de escamotearse a sí mismo de un debate cual bulto sospechoso en fuga y eso ha convertido en sparring a Sánchez. Yo a los candidatos es que los veo muy sobreactuados. El exceso hace naufragar el discurso. Asunción le dijo a Zaplana que iba a tocarle «la careta». Error de cálculo. De Pla recordamos una corbata que diluyó un solvente planteamiento. Camps era una esfinge. El resto es prescindible. Designe a un ausente como candidato, sacará ventaja.

En el funeral de tu víctima

El PPCV cambia bajo el liderazgo de Isabel Bonig. El mérito de la líder de La Vall es asumir el mando de una nave que va encontrándose icebergs a cada legua. El periplo está siendo como un angry birds de la política local. Ya lo sabía cuando asumió el timón. Aquello era a cambio de resistir en un año horrible para ellos. Al PPCV lo vemos incómodo pero, no obstante, presente en ámbitos en los que preferiría desaparecer envuelto en una bomba de humo. Cuando asiste a foros como el audiovisual o a todas las comisiones de investigación parlamentaria que el tripartito le organiza, parece el cómplice necesario en un funeral. No le queda otra. Difícil decisión. O estar para que te pongan la cara roja o dejar el campo libre ?más todavía- a Ciudadanos.

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