El obispo valenciano de Mallorca y la mujer casada a la que metió en su equipo con un cargo relevante, se intercambiaron sendas alianzas con el nombre del otro grabado. Javier Salinas llevaba el anillo con el nombre de su colaboradora, y ella portaba el suyo con las letras "Javier". El Vaticano investiga ahora el vínculo entre ambos y tiene sobre la mesa la posibilidad de relevar al prelado o directamente retirarle la mitra.

El obispo sostiene que su relación con esta empleada no ha contravenido la doctrina de la Iglesia católica. Su gesto de compartir una sortija sorprende cuanto menos en un cargo eclesiástico de su nivel y denota una estrecha confianza cuyos límites la Santa Sede quiere esclarecer.

El prelado y su colaboradora lucieron durante semanas las alianzas, hasta que monseñor Salinas supo que había sido denunciado por el marido ante la jerarquía eclesiástica, acusándole de romper el matrimonio. Entonces forzó la salida de ella del Obispado, y se quitó el anillo. Hasta ese momento, el obispo exhibía la alianza en actos públicos acompañado de la mujer, de los que existe testimonio gráfico. Salinas se colocaba la joya en el dedo anular, pegado a su anillo con el sello episcopal que lleva la cruz superpuesta y es uno de los símbolos de su ministerio.

En la misa del martes en la catedral, con motivo de la festividad de la Inmaculada, Salinas ya solo portaba el sello episcopal.

Denuncias

La idea de cruzarse dos alianzas surgió de la empleada de la diócesis, según varias fuentes, aunque otras apuntan a que fue el propio Salinas quien hizo el regalo. En todo caso, aparece documentado en las denuncias que el marido presentó contra Salinas ante la Nunciatura Apostólica en Madrid, el Vaticano y el propio Obispado de Mallorca.

"La realidad es la que es, todo depende del cristal con que se mira", declaró ayer el obispo en la cadena Cope. El máximo responsable de la Iglesia en Mallorca no atendió la llamada de este diario pero acudió a la emisora de la Conferencia Episcopal española, donde admitió que "los hechos están ahí", si bien su "interpretación es otra cosa", aseguró. Según él, no ha existido una relación contradicente con la moral católica, por lo que "no tengo que esconderme de nada", sentenció. Al mismo tiempo, "la situación se ha visto que no estaba tan clara", reconoce.

Malestar interno

La conducta del obispo ha causado un profundo malestar en una parte importante del clero diocesano. Especialmente dolidos se encuentran los miembros del consejo episcopal -el equipo de gobierno de la diócesis-, a los que monseñor Salinas ha ocultado toda la polémica con su empleada.

El prelado escondió a los miembros del consejo -todos ellos sacerdotes que en teoría son su núcleo de confianza- la existencia de las denuncias en su contra remitidas por el marido de la empleada del Obispado a mediados de noviembre. No les informó de que sabía que fue espiado por un detective privado, ni del dossier con fotos del obispo tomadas en el portal del palacio episcopal mientras lo cruza su colaboradora fuera del horario laboral del Obispado. Salinas tampoco les había desvelado que el Vaticano le llamó a capítulo por este asunto, y que tuvo que acudir a Roma la semana pasada para dar cuenta de su relación y las acusaciones de romper un matrimonio católico de la alta sociedad palmesana.

Solo una vez que Diario de Mallorca desveló el martes en exclusiva la delicada situación por la que atraviesa Salinas en su cargo, éste convocó ayer por la mañana a sus vicarios episcopales para darles explicaciones.

Impera un extremo sigilo, y de la reunión solo trascendió que hubo algún reproche al obispo por parte de sus máximos colaboradores por la desconfianza mostrada, y que el viernes se convoca una reunión urgente para trasladar al clero local la grave crisis que afecta a la diócesis. Será en un consejo presbiteral extraordinario, al que están citados todos los arciprestes de la isla y numerosos sacerdotes.

El desenlace que tendrá este trance para el prelado y la Iglesia mallorquina es todavía un interrogante. Para muchos presbíteros el pontificado de Javier Salinas tiene los días contados; más allá de lo ocurrido, por cómo ha gestionado el conflicto. El obispo admite en privado que ha cometido errores, pero se aferra a los muchos mensajes de apoyo que recibe. Por ello insiste en su estrategia de seguir hacia adelante y permanecer en el palacio episcopal que fue objeto de vigilancia privada.