No quieren seguir siendo los tontos de las series ni los protagonistas de los chistes. Tampoco son «tartamudos» ni «tartamudas». Son personas que tartamudean, como quieren que se les llame. «Somos personas normales que tardamos más en decir las cosas, y ya está», afirma Óscar Morales, patrono de la Comunitat Valenciana de la Fundación Española de la Tartamudez. En la fundación se centran en dos aspectos: la detección precoz de los niños que tartamudean y la normalización de los adultos con esta disfluencia.

Morales explica que, en el día a día, las personas que tartamudean se encuentran con «muchas barreras». Escasean los profesionales (psicólogos, logopedas...) especializados, lo que preocupa especialmente en el caso de los niños en quienes una detección precoz puede suavizar las alteraciones; por otro lado, también sufren los obstáculos de la sociedad, por ejemplo, en los procesos de selección para acceder a un puesto de trabajo.

Desde la Fundación Española de la Tartamudez quieren aclarar que no se trata de una enfermedad, sino que es una «alteración del lenguaje». Además, investigaciones científicas en las áreas de la genética, la neuroimagen y la coordinación motora apuntan que la tartamudez tiene origen en un problema de integración de los «circuitos neurológicos», además de en una predisposición genética, es decir, hereditaria.

Así, Óscar Morales quiere destacar que «no es un tema fonológico, del patrón del habla; es neurológico» ya que el cerebro se desarrolla de manera distinta, afirma el patrono valenciano y, por tanto, no a causa de episodios traumáticos como se creía.

Mientras los estudios científicos avanzan, las personas que tartamudean se lamentan de la falta de formación de los profesionales que deben tratarles. «La tartamudez infantil es un caso especial al que aplican métodos generales», explica Óscar Morales, quien se muestra preocupado por la falta de detección precoz. En niños es habitual pensar que se trata de un fenómeno pasajero, por lo que se suele esperar a los 7 años para diagnosticar y tratar, con lo que se pierde tiempo para paliar síntomas.

«Sobre los seis o siete años es cuando los niños se dan cuenta de que tienen algo», afirma. Lo mejor, cuenta, es que los pequeños no sientan que es un problema, e intentar que su expresión oral mejore mediante ejercicios vocales, de respiración y tablas que se hacen desde casa a modo de juego. Por ejemplo, dar un saltito cada vez que se bloquea o «engancha» en una palabra. Ejercicios sencillos pero que pueden reducir el tartamudeo infantil de forma considerable.

Sin grado de minusvalía

Por otro lado, para los adultos que tartamudean «la barrera existe, y afecta mucho», se lamenta Morales. Además, en la Comunitat Valenciana no se reconoce el grado de minusvalía, como sí ocurre en otras comunidades autónomas en los casos más graves con grandes trastornos del lenguaje.

Para tratar todos estos temas están a la espera de que el Consell les reciba y de poder reunirse con el alcalde de Valencia, Joan Ribó. Mientras, reparten en los colegios de la provincia de Valencia guías para padres y madres y profesores que han sido editadas por la Fundación Española de la Tartamudez. Pero, sobre todo, las personas que tartamudean piden tiempo para hablar; que no se les «ayude» ni se les completen las frases y que no se les diga «habla más despacio,» o «no te pongas nervioso». Ellos, simplemente, hablan así.