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Ciprià Ciscar deja el Congreso 26 años después

Una institución del PSPV "jubilada" por las urnas

La debacle socialista ha dejado al exconseller y exsecretario federal de organización sin el acta del Congreso que logró en 1989 y revalidó seis veces - La «retirada» de Ciscar es una metáfora de la crisis del bipartidismo y la irrupción de actores emergentes

Una institución del PSPV "jubilada" por las urnas

­En el PSPV, como en las cantinas de los pueblos del lejano Oeste, todos han tomado copas con todos en actitud fraternal, han cambiado de parejas de baile y, en algún momento, se han cruzado más de un puñetazo político. Especialmente en las reyertas congresuales tan frecuentes cuando el partido perdió el calor aterciopelado del poder, un 28 de mayo de 1995. Ciprià Ciscar Casabán (Picanya, 1946) puede dar fe como testigo, actor y protagonista de las mil vicisitudes del partido de una rosa que en otro tiempo era un manojo frondoso de pétalos y hoy ha quedado reducido a un tallo de espinas. Las generales del 20D certificaron que el PSPV sigue excavando en el fondo para acumular en cada cita con las urnas su peor resultado. El 19% logrado en la circunscripción de Valencia (275.680 votos) dejó en el dique seco al número cuatro de la lista, al diputado Ciprià Ciscar.

Incombustible. Fue un resultado tan previsible como histórico. Apeado del AVE que lleva a los parlamentarios valencianos a Madrid no quedó un cualquiera. Ciscar es la raíz del «ciscarismo», una institución en el PSPV, una fuerza arrolladora que ha sido yin y yang en la vida del partido y siempre un tótem al que venerar o lapidar. Si el gato tiene siete vidas y el socialismo valenciano setenta, Ciprià Ciscar podría decirse que es políticamente inmortal, incombustible, pese a haber fallecido institucionalmente a los pies de las urnas.

El año que viene no podrá celebrar su 70 cumpleaños desde un escaño del Congreso, después de revalidar seis veces el acta lograda en 1989. La jubilación de Ciscar como parlamentario es una metáfora de la llegada de un nuevo régimen político en el que el bipartidismo pasa de ser hegemónico a meramente mayoritario. De momento.

Hombre de voluntad de hierro, de convicciones firmes, inteligencia contrastada y una resistencia rocosa que contrasta con su apariencia enclenque, este obseso de la política fue despejado hacia Madrid por un tal Joan Lerma, que no estaba dispuesto a sufrir ningún accidente en el partido por el deslumbramiento que causaba la aureola del entonces conseller de Cultura. El político que desde el Consell impulsó la Llei d´Ús i Ensenyament del Valencià (ley 4/1983 de 23 de noviembre), el principal instrumento de normalización lingüística, o que puso en marcha el emblemático Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) se forjó una aura con magnetismo en el mundo de la cultura y la enseñanza, y en el partido.

En 1994, justo la noche en que se entierra el invierno y nace la primavera „del 20 al 21 de marzo„ recibió una llamada de Felipe González para ofrecerle el puesto de secretario de organización del PSOE. Era la solución para desbloquear el pulso que en el 33 Congreso Federal socialista mantenían los guerristas y los llamados renovadores.

La silla eléctrica de Ferraz. Sólo un tipo como Ciscar podía sobrevivir a un cargo que en ese partido y en aquellos tiempos se ejercía como ejercen las madres de adolescentes los sábados de madrugada. Con un ojo abierto y mirando el reloj. Quien era mano derecha de Felipe González vivió dos años de convulsión en el poder „el tardofelipismo„ entre explosiones de Mariano Rubio, fuegos del guerrismo y rescoldos de Filesa. Hasta que en 1996 el PSOE perdió el poder con una dulce derrota que dejó al PP sin mayoría absoluta. En parte fue suyo el acierto estratégico de soltar al fiero dóberman en blanco y negro con el que sembraron el miedo a la «derechona».

En la segunda parte de su reinado en Ferraz y en circunstancias extremas del PSPV, sumido en la depresión tras perder la Generalitat, se granjeó fieles enemigos con sus intervenciones como juez „estaba entre sus competencias„ y parte desde Madrid en las crisis valencianas. Las gestoras presididas por Juana Serna, Diego Macià o Francisco Granados fueron cocinadas por él. Antes de dejar Ferraz impulsó un invento llamado primarias que quería ser un revitalizante para un PSOE que se arrastraba como un zombi de cara a las generales. No tenían dudas de que Joaquín Almunia barrería a José Borrell, pero pudieron comprobar que las primarias las carga el diablo.

La factura de ser juez y parte. Quiso pacificar el PSPV para controlarlo o controlarlo para pacificarlo. El congreso de septiembre de 1999 sirvió, además de para demostrar que un sainete puede representarse con enmiendas y delegados, para apuntalar el frente anticiscarista. Tras aquella astracanada de cónclave, Ciscar colocó a uno de sus dos hijos políticos, Francesc Romeu, en la lista del Congreso. Jorge Alarte nunca le perdonó que no lo eligiera a él. Un año después, en Alicante, se dinamitó al ciscarismo, que nunca recuperó su esplendor.

El entonces alcalde de Alaquàs y otros tres de l´Horta Sud montaron el llamado G4 que reventó el ciscarismo en la comarca que siempre había sido su feudo. La inquina acumulada contra Ciscar por sus actuaciones desde Ferraz pasaron factura al candidato que él defendía, José Luis Abalos. La tarde del sábado 23 de septiembre, nada más conocerse la victoria de Ignasi Pla por 10 votos, Ciprià Ciscar abandonó el campus de Sant Vicent tras recibir una sonora pitada de los delegados, en uno de los episodios más tristes que vivió el exconseller.

Pacto para desahuciar a Alarte.

Los congresos en el PSPV dejaron de dirimirse como una guerra entre lermistas y ciscaristas „con candidatos interpuestos„ para dilucidarse en clave de lermistas y antilermistas. Con todas las variantes de combinaciones de aliados menores que permite la amplia paleta cromática socialista. Así, en 2008, el actual presidente Ximo Puig perdió su primer congreso a manos de Jorge Alarte, que lideró un frente antilermista. Porque en el PSPV los congresos se ganan a la contra. En 2012, Alarte fue desahuciado y Puig, entronizado por una amplia alianza contra el de Alaquàs.

Ciscar tuvo también ocasión de presentarse a las primarias para ser candidato a la Generalitat en 2003. El 21 de abril de 2002, apenas le arrancó un 23,8% (3.282 votos) a Ignasi Pla, quien fue elegido con el 75% de los votos, 10.337. No ganó Pla, ganó el secretario general de un partido harto de inestabilidad.

Tras el resultado del 20D Ciprià Ciscar ha regresado a la condición de ciudadano de a pie. Pierde el escaño pero no deja la política. Seguirá ejerciendo su responsabilidad en la ejecutiva de Ximo Puig. Un pez nunca deja de nadar.

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