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Investigación

Los crímenes rurales que disparó la abolición de los Furs

Un estudio asocia la represión de la posguerra tras la derrota de Almansa con la explosión del bandolerismo entre los perseguidos

Tras la desfeta de Almansa que en 1707 enterró la independencia del Reino de Valencia en el campo de batalla llegó el decreto de Nueva Planta, que asestó el golpe de gracia al abolir los Furs. ¿Y después? Hubo muchas consecuencias, pero una no se había contado de forma tan exhaustiva hasta ayer. Una investigación del historiador Vicent F. Zuriaga Senent, profesor de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), ha escarbado en los registros de la Real Audiencia de Valencia para analizar la Sala del Crimen. Y el análisis de esta instancia judicial —que computaba los delitos rurales y exceptuaba a la ciudad de Valencia— revela el auge de los delitos en el momento inmediatamente posterior al final de la Guerra de Sucesión y su localización en la zona que más había sufrido la represión borbónica. Especialmente en la Xàtiva quemada por Felipe V y rebautizada como Colonia Nueva de San Felipe como humillación.

Los datos muestran que en el año 1715 se registraron 120 delitos en la Sala del Crimen. Son el doble de los producidos una década después, con 59 delitos. Destaca la fuerte presencia de asesinatos (40), heridas (7), robo de ganado (7) robos y hurtos (8), uso de armas prohibidas (10) o fuga de cárcel (5).

La actividad delictiva después del decreto de Nueva Planta se centró en tres comarcas: la Costera, la Safor y la Ribera, donde se concentraba el 70% de la actividad delictiva de la provincia de Valencia. Estas comarcas eran focos del movimiento austracista. Xàtiva fue el municipio con mayor índice de delitos, delincuentes y víctimas. La segunda zona de «actos luctuosos» corresponde al eje Castelló-Sagunt y al de Llíria-Chelva y sus respectivas comarcas, debido a la acción de bandoleros que tomaban como punto de referencia las vías de comunicación, según indica el trabajo.

La causa de tanta criminalidad en el ámbito rural hay que buscarla en el conflicto bélico que ganaron los borbónicos. «Es evidente que la represión de posguerra generara un número de rebeldes acostumbrados a una situación de guerra que se había prolongado a lo largo de los años y que, unas veces el miedo y otras la inadaptación, obligó a muchos de aquellos excombatientes a buscar en la delincuencia su modus vivendi», sintetiza el autor.

Es decir: la represión contra los ciudadanos más comprometidos con la causa maulet, o la ausencia de una alternativa mejor por parte de estos rebeldes derrotados, desembocó en bandolerismo y delincuencia por parte de quienes se veían perseguidos por hechos de armas en la Guerra de Sucesión del lado de los vencidos.

De mafiosos a desarrapados

Según explica el investigador Zuriaga Senent, dicha explosión de la criminalidad rural no fue sólo de número. Hubo un cambio trascendental en la forma. «En el Antiguo Régimen, el bandolerismo estaba vinculado a los nobles: era su cuadrilla para hacer trabajos sucios al estilo mafioso. Después de Almansa surgió el fenómeno del bandolerismo de gente desesperada que vivía al margen de la ley», cuenta el historiador. En los datos de 1725 ya se observa «una evolución hacia posturas más moderadas de violencia». La paz va instalándose. La bandosidad se va reinventando. Le espera un fructífero siglo XIX.

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