...    
Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Del gueto del que Ana huyó al cuerpo sin cambios de Viktor

El estreno de «La chica danesa» pone el foco en la realidad de los transexuales, cuya evolución en una generación es notable

El balance de Ana Melusca Cano, mujer transexual de 50 años, es amargo. «No he tenido derecho ni a una educación en la que pudiera sentirme bien tratada, ni a un trabajo digno, ni a poder formar una familia. He sido estigmatizada y excluida socialmente, y he tenido que contemplar cómo la clase política ha consentido todo eso y ha mirado hacia otro lugar», sintetiza.

Más ásperos „como siempre„ son los detalles. Como cuando sus padres „era otra época„ le insistían: «Tú no eres una niña; eres un niño». Como cuando se sentía «la vergüenza de la familia». Como el día en que ella, que era «la mariquita de la clase» sin que los profesores mediaran por defenderla, llegó en segundo de BUP [el equivalente a cuarto de ESO] vestida de chica. Era su primera vez y entonces la dirección del centro sí que se preocupó. Pero por expulsarla. «Yo tenía 17 años. Por fin le había puesto nombre a lo que me pasaba y veía que podía ser lo que yo me sentía. Pero lo aceptaban menos todavía. Y al tercer día que me expulsaron ya no volví a clase», rememora.

Eran los años ochenta. Y la movida empezaba para Ana Melusca, todavía con el nombre masculino que le perseguía en los papeles. Tuvo que buscar trabajo. El señor del Inem, al verle la documentación con el nombre de chico que le pusieron sus padres, le dijo que se quitara el esmalte de las uñas y se cortara el pelo. Que con esas pintas no iba a encontrar trabajo. Era injusto, pero acertó. «Y como el mundo no me aceptaba como yo era, tuve que irme a un mundo paralelo», cuenta.

Ese submundo era la parte más áspera de la calle. Durante diez años tuvo que dedicarse a la prostitución. Pero salió. Con la ayuda de una pareja y un crecimiento personal empoderador, dejó atrás la prostitución. Trabajó en la limpieza, en el campo, en una tienda. Ahora, cosas de la vida, trabaja para una fundación que ayuda a las prostitutas. Es mediadora contra la trata y por la reinserción laboral de las mujeres que ejercen la prostitución. La otra cara del mundo que tan bien conoció.

«Ahora „afirma Ana Melusca„ soy una mujer empoderada, una trans activista. Y he salido del gueto en el que la sociedad nos había metido a la fuerza». A raíz del estreno de la película La chica danesa „que narra la historia de la primera transexual de la que se tiene noticia y que opta a cuatro premios Oscar„, le gustaría que la gente empatizara más con las personas transexuales. Le alegra que los padres de los niños y las niñas trans estén muy implicados en la lucha por la igualdad de sus hijos. Y recalca una idea básica: «No queremos más que nadie. Sólo tener las mismas oportunidades», reivindica.

No es el «procés català»

Una generación distinta es la de Viktor Navarro, de 24 años. Es graduado en Ciencias Políticas y activista trans. Empieza con ironía. «De este proceso de las personas transexuales se habla como si fuera el procés català: un proceso homogéneo, lineal y fácilmente homologable a todas las personas. Y no es así», remacha. Su caso es un ejemplo: «Cuando yo tenía 14 años, entendía que había nacido en un cuerpo equivocado. Luego me he dado cuenta de que mi cuerpo no está equivocado. ¡Funciona perfectamente! El problema no está ahí, sino en la sociedad. Cómo la sociedad permite ser un hombre y cómo ser una mujer. Tiene que ver con un sistema social general en el que impera el sexismo», argumenta.

Viktor no ha querido modificar su cuerpo. Estuvo un periodo de su vida dentro del circuito médico. Fue al psicólogo. Le diagnosticaron disforia de género. Pasó por un proceso de hormonación. Pudo cambiarse la documentación en el Registro Civil a los veinte años y, al fin, ser un chico también en los papeles. Ahí paró. No necesitó más. Ni más hormonación ni cirugías.

«Sí que adoptas una apariencia concreta „dice„ para representar lo que tú quieres ser. ¡Pero eso no lo hacemos sólo las personas trans, lo hacemos todos! El ejecutivo va con traje y maletín. Si eres de izquierdas, llevarás un pañuelo palestino. Si eres de derechas, tal vez lleves una pulserita rojigualda», sostiene.

Ha pasado una generación. Han cambiado muchas cosas. Pero Viktor lanza una reflexión. «Aún hay un informe psicológico-médico en el que pone que tú tienes disforia de género. ¡Es patologizante! Estás diciendo que estás mal de la cabeza y hay un informe médico que lo avala. Aparte está que, tal vez, no todo el mundo quiere hormonarse, porque tiene implicaciones médicas y de salud y no lo necesita. En cambio, en la actual situación legal, o pasas por el aro o no obtienes la documentación. ¡Es muy salvaje!», exclama.

La nueva vía valenciana „aunque la competencia sea estatal„ propone un giro. Puede ayudar. Conviene escuchar a Viktor: «Que cada persona opte por cuál es su itinerario». Sin procesos uniformizantes.

Compartir el artículo

stats