El juego de órdagos y faroles que marca estos días el ritmo político de la Villa y Corte remite irremediablemente a los pasos, las estaciones del via crucis, que desembocaron en junio pasado en el Acord del Botànic que alumbró el Consell de Ximo Puig y Mònica Oltra.

Al igual que ocurrió en Valencia, las hostilidades en Madrid comenzaron con la negociación para configurar la Mesa del Congreso, con las duras críticas de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez por pactar con Ciudadanos y PP. En el caso valenciano, Compromís renunció a presidir la cámara en un primer momento para presionar en las negociaciones para formar el Consell.

El siguiente paralelismo se produjo con la autoproclamación de Iglesias, tal como hizo Mònica Oltra, como vicepresidente de un socialista, repartiendo las carteras e incluso poniéndoles nombre. Eso sí, mientras en Valencia las relaciones PSPV-Compromís ya estaban engrasadas, en el contexto español el anuncio de Iglesias se enmarca en un movimiento táctico para presionar a Pedro Sánchez.

Las semejanzas llegan incluso a la estrategia de los socialistas al jugar la carta del pacto con Ciudadanos (lo hizo Puig con Carolina Punset y lo ha intentado Sánchez con Albert Rivera) para rebajar las pretensiones de sus aliados de izquierda. La diferencia es que a Sánchez el farol no le ha durado ni 24 horas: ayer Ciudadanos anunció que no votará a favor de la investidura del socialista.

De un modo u otro, el pacto Sánchez-Iglesias se vislumbra como la única alianza posible que evite la repetición de elecciones. Y los sismógrafos de los partidos valencianos ya están tratando de registrar hasta dónde llegarán los efectos. El pacto de izquierda en Madrid consolidaría definitivamente la estabilidad del Consell de Puig, tras unos meses en que las Generales se veían como una amenza ante un acuerdo Sánchez-Rivera que dinamitara el equilibrio valenciano. Esto, unido a la posible salida de la líder naranja Carolina Punset en dirección Bruselas, la única que guarda cierta complicidad con el presidente, parece desterrar definitivamente ese escenario.

Por otro lado, el pacto de Madrid, si llega a cuajar, va a obligar a Podemos a implicarse más en la gobernabilidad valenciana. Desde el partido que lidera Antonio Montiel se mantiene el discurso de la influencia sin entrar en el Consell, e insisten en la presión para actualizar los objetivos del Botànic. Con todo, en círculos políticos de Madrid comienza a especularse con la posibilidad de que el pacto Sánchez-Iglesias tenga como letra pequeña la entrada en comunidades como esta, apuntan desde Podemos. Este cambieo daría más visibilidad a una acción política que, hoy por hoy, queda difuminada. Además, Oltra quedaría como «accionista mayoritaria» del Gobierno valenciano.

De momento, desde la dirección de Antonio Montiel aseguran que se exigirá a la dirección estatal que el pacto con el PSOE incluya las reivindicaciones «concretas» valencianas: financiación autonómica, corredor mediterráneo, deuda histórica, eliminación del peaje de la AP-7, etc. Mientras, desde el Consell tratan de evitar males mayores: «Lo que pase en Madrid no tendría que afectar ni bien ni mal al Consell, que está asentado».