La exalcaldesa de Valencia y ahora senadora Rita Barberá pasó ayer uno de sus momentos más complicados en la política, tras la caída de algunos de sus más estrechos colaboradores en su largo mandato al frente del consistorio. A la detención de María José Alcón, previsible por las grabaciones en las que se le escuchaba hablar de mordidas con Marcos Benavent, se sumó una con la que pocos contaban en las filas del PP local: la de Mari Carmen García Fuster. Siempre al lado de Barberá como asesora y secretaria del grupo, García Fuster no pasaba desapercibida pues iba calada siempre con gafas de aviador. La enorme confianza entre Barberá y García Fuster quedó demostrada el día que le otorgó poderes para recoger el acta de concejala tras perder la alcaldía y evitar así coincidir con Joan Ribó.

Barberá había permanecido en un segundo plano en sus nuevas labores como senadora hasta que hace una semana realizó su primera comparecencia pública tras la debacle de las elecciones de mayo. Una puesta en escena en la que apareció con con Pedro Agramunt, Susana Camarero y Marta Torrado para respaldar la labor de Isabel Bonig.