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Análisis

Nervios por Imelsa... y Egevasa

En corrupción, como en casi todo, la clave para sacar conclusiones radica en mantener la distancia justa con el escenario y los protagonistas. Como contemplar una pintura al óleo. Demasiado cerca se pierde la perspectiva, si se está muy lejos se obvian los detalles y la fisonomía del brochazo, que retrata a una trama como la forma de andar diagnostica a una persona. Los detalles del caso El Caso „que engloba la diputación, ayuntamientos, Generalitat y PP„ demuestran que hasta en los trazos, la red era variada.

Impresionismo de Rus. Se usó habitualmente la brocha gorda (made in Alfonso) a la hora de organizar las mordidas a cuenta del plan de instalaciones deportivas (césped, piscinas y pádel) con una escandalosa hinchazón en el presupuesto, o al dejar por escrito el plan para amañar un contrato informático de 2,7 millones en la diputación. La presunta lavandería de dinero B recaudado en comisiones, con dinero A de los militantes a cuotas de 1.000 euros no parece un método sofisticado. Y en la adjudicación de las «leds» a la firma amiga Inelcom tampoco se apreciaron rasgos de sutileza a lo Alejandro VI.

El sueño de «Marquitos». El expresidente Alberto Fabra dice que se quedó corto con sus líneas rojas. Insinúa que si Génova le hubiera dejado habría sido más contundente. Es comprensible que al final entre hermanos, primos y, sobre todo, padrinos (Carlos, de Castelló y Mariano, de Génova), resulta complicado ser contundente con la familia. La refundación del PP no se ha podido consumar por lo civil y ha venido la UCO de la Guardia Civil, que es cuerpo militar, a ejecutarla, con apoyo de la Fiscalía, del juez y del arrepentido por necesidad Marcos Benavent. Ironía de la corrupción, al final puede que «Marquitos», como alguien lo llamaba, cumpla ese sueño expresado en la terraza de aquella cafetería de la Plaça dels Furs de tener otro PP.

Es lo que parece. La observación del caso El Caso apunta también la evidencia de que en ocasiones la realidad es lo que parece. Los desmesurados sobrecostes de obra pública son un colchón para alojar comisiones. Sólo la empresa pública que gestionó la construcción del mapa escolar, la Ciegsa de la que Máximo Caturla fue mandamás, acumuló 1.000 millones de inflación de precios. Un edén para las comisiones.

Vacuna de la impunidad. La impunidad jurídica, política y ambiental es, quizás, una de las conclusiones más evidentes del caso. No deja de sorprender cuando se revisa el calendario de los grandes escándalos de repercusión mediática que mientras algunos «casos» desfilaban por la actualidad (la contada e incluso juzgada), algunos seguían cargando el remolque con sacos de quinientos. El exvicepresidente Enrique Crespo, responsable del área provincial de Carreteras, cayó por el caso Emarsa (el fiscal le pide 14 años de prisión) y la causa Gürtel había salpicado a la cúpula del partido, pero los protagonistas de esta presunta trama de mordidas seguían con «dos mil, tres mil...».

El adiós del exfunerario. Si la impunidad es el mejor relajante muscular para la psicología, en el polo opuesto está la muerte. Bien lo sabe el exalcalde de Gandia Arturo Torró, que fue fabricante de ataúdes, socio y ahijado político de Rus. Justo ahora ha dejado su acta de concejal tras fracasar en su intento de seguir de alcalde. Se va, dice, tras ganar su juicio de las preferentes de Bankia. El hombre que ha bailado con la muerte toda su vida política desaparece. Tendrá tiempo para volar con Aerolíneas Argentinas.

Cuestión de técnicos. Los funcionarios tienen, en general, mala prensa. Catalizan, en parte, envidia y resentimiento. Por el horario y la seguridad. Pero los técnicos son como la objetividad. Una virtud reservada a los objetos. Su carne también es débil. Este caso demuestra que sin técnicos no hay paraíso posible para la corrupción. Aquí se amañaron mesas de contratación o proyectos arquitectónicos con la ayuda de técnicos. También en Gürtel, en Nóos o en el caso Blasco, donde se escudaron en la obediencia debida para eludir responsabilidad. Ley de vida. El de abajo apunta hacia arriba y éste devuelve el gesto, salvo que tenga un muerto a mano al que culpar. La tecnocracia no es la democracia perfecta.

Aguas revueltas. Por supuesto que en el mundo de los técnicos, como en la botica de la vida, los hay más escrupulosos y otros más laxos. En los tiempos que corren, cada día son más los estrictos y férreos, los que ante la duda prefieren dejar en blanco el espacio de la firma. Así se evitan dolores de cabeza si la Guardia Civil o la Fiscalía investigan alguna contratación local muy dudosa con la semipública Egevasa, avalada por todos los partidos por disciplina. Sea por el calor atípico o por los sobresaltos de esta causa, parece que ha llegado la primavera y en la diputación abundan los problemas para respirar. Más de uno anda por la izquierda con el agua al cuello. Unos por Imelsa y otros por Egevasa. Y todos mirando de reojo a la Ciudad de la Justicia.

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