El paisaje es la manifestación percibida por la población de los procesos ambientales y de las dinámicas socioeconómicas, que han tenido y tienen lugar en un espacio geográfico. Aunque generalmente se concibe como una imagen fija del territorio con un alto valor estético, el paisaje es mucho más que eso; es una construcción mental que desarrollamos al acumular observaciones y sensaciones de los lugares en los que convivimos cotidianamente. Los lugares evolucionan y por tanto también evolucionan los paisajes. Son el teatro de los cambios ligados al tiempo, a las estaciones, a las actividades humanas... Y no es malo que evolucionen. Lo que es contraproducente es que los cambios antrópicos banalicen los paisajes en los que la ciudadanía se reconoce.

Esa función de reconocimiento comunitario, el hecho de generar un sentimiento de pertenencia, de ser concebido como el espacio de vida que nos proporciona bienestar y que es equitativo, porque cualquiera puede acceder a él, es lo que nos insta a presentar al paisaje o paisajes como un recurso territorial. Un recurso endógeno que nos acoge, identifica y afirma como colectivo. El paisaje es un patrimonio natural y cultural con el que contamos los valencianos y que con sus múltiples manifestaciones constituye nuestro escenario de vida.

Pero además el paisaje se convierte en un recurso cuando lo preservamos y gestionamos en el marco de las estrategias de ordenación territorial. Efectivamente el paisaje es un aspecto clave de la gestión sostenible del territorio. Además de contribuir con sus singularidades a la identidad local, también puede funcionar como materia prima para el turismo.

Para defender y gestionar los valores de los distintos paisajes valencianos es necesario conocer cuáles son los elementos que los estructuran. El paisaje, como manifestación aparente del territorio, está fundamentado en unos componentes que interactúan en procesos territoriales, y configuran la estructura visual o morfología, de los paisajes. Estos componentes son las formas del terreno, el roquedo, el agua, la vegetación, la fauna, la actividad agrícola, las infraestructuras y las edificaciones.

Pero como ya hemos apuntado el paisaje funciona como un sistema y por tanto es percibido, no como una sucesión de elementos inconexos, sino como un todo en continua evolución. Efectivamente los componentes del paisaje pueden articularse en el espacio de múltiples maneras generando configuraciones reconocibles y clasificables a las que denominamos desde el punto de vista operativo unidades de paisaje.

Las unidades homogéneas de paisaje o, solamente, unidades de paisaje se definen como espacios cartográficamente delimitados que expresan el carácter y la identidad de cada paisaje, a una escala concreta. Una unidad de paisaje es una porción del territorio con una organización de sus componentes y unas dinámicas tales que hacen que su respuesta fisonómica sea homogénea y diferente de otra unidad adyacente.

La identificación de las unidades de paisaje de la provincia de Valencia se ha realizado tipificando sus características matriciales y asimilando el acervo geográfico que constituyen las prácticas culturales, conocimientos tradicionales y saberes actuales representativos, que las han configurado y les dan valor. Así pues, en la actualidad contamos con paisajes variados, desde los silvícolas y agroforestales del interior pasando por los agrícolas, hasta los urbanos e industriales ubicados fundamentalmente en la franja litoral.