El jefe de seguridad de Metrovalencia en 2006, Arturo Rocher, escuchó días después del accidente del metro de 2006 una conversación entre la gerente de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV), Marisa Gracia, y su número dos, Vicente Contreras, en la que comentaban que «el tema del libro de averías ya está solucionado y no habrá ningún problema». Rocher, que fue despedido por denunciar el amaño de los contratos de vigilancia en FGV aunque fue readmitido tras batallar judicialmente, desveló ayer este revelador comentario en la quinta sesión de la comisión de investigación del accidente del metro en las Corts.

El anterior jefe de seguridad en FGV es el único de los doce directivos que participaron en las reuniones con la consultora H&M Sanchis que admite el adoctrinamiento que se hizo en las dos reuniones «preparatorias» de la comisión de investigación de 2006 en el despacho de la gerente Marisa Gracia. «La estrategia era muy sencilla. Nos presionaban metiéndonos miedo y diciéndonos: "Este accidente es muy grave. En un mes podemos estar todos en la cárcel o todos en la calle"». Por eso era tan importante que nadie se saliera del guión pactado en las 62 preguntas y respuestas preparadas para ofrecer una única y férrea versión oficial: «Debe transmitir, le pregunten lo que le pregunten, [...] que ha sido un accidente, cuya causa ha sido el exceso de velocidad, que no puede ser atribuido a ninguna deficiencia técnica, ni a ninguna dejación de responsabilidades, ni a ningún incumplimiento de acuerdos, pues la Línea 1 es segura».

Rocher ratificó en las Corts que en la «preparación» se incluyeron palabras «tabú» que bajo ningún concepto los directivos de FGV debían pronunciar como «baliza, tragedia o deficiencias» en los trenes y las vías. También había un especial interés en ocultar la «reducción del número de revisiones en las UTA 3700 (como las que sufrieron el accidente), por orden de Contreras, porque iban a cambiarse». También preocupaba a los directivos de FGV «el desprendimiento del boggie delantero del tren, que podría haberse producido durante el descarrilamiento, por lo que había que evitar que saliera a la luz».

El técnico también confirmó la «celebración, con chistes y comentarios jocosos, algo muy vergonzoso» que organizaron los directivos de FGV tras finalizar la anterior comisión de investigación. Una mariscada para 14 comensales que costó 460 euros (76.538 pesetas), con cargo a las arcas públicas, celebrada el 2 de agosto de 2006, en un restaurante de Picanya. La comida se repitió, «aunque más sencilla y seria» en otro restaurante de la avenida de Aragón, a la que asistieron el conseller José Ramón García Antón y el director general de Transportes, Vicente Dómine, pero «no Marisa Gracia, porque no se hablaba con Dómine». Rocher también confirmó los ascensos y mejora de sueldos de la mayoría de comparecientes tras la primera comisión. Así como la entrada de «varios trabajadores vestidos con monos azules, durante la noche, al tren accidentado», que estaba depositado en la campa de FGV en Valencia Sud y supuestamente precintado. Rocher fue informado de este irregular acceso por personal de seguridad y del puesto de mando de FGV. Comunicó los hechos a su inmediato superior (Manuel Sansano) pero «no se hizo nada», ni por supuesto se comunicó al juzgado que investigaba el accidente del metro.

Junto a Rocher también compareció el maquinista de FGV y ex secretario general del Sindicato Independiente Ferroviario (SIF), Jorge Álvarez, quien insistió en que el accidente era «evitable». E insistió en que la velocidad pudo originar el siniestro, «pero si hubo tantas muertes fue por la caída de los cristales, que se caían de los trenes en marcha, y que nos encontramos enrollados en las vías. Las víctimas cayeron por los huecos de las ventanas y acabaron trituradas sobre las vías». Álvarez también recordó el posible efecto que pudo tener en el siniestro el «garrote» (una curvatura de los carriles muy pronunciada) y el bache que existen justo antes de la curva. «Pedimos un tren laboratorio, para analizar el estado de la vía en el punto del accidente, pero no se hizo por falta de medios». Álvarez recordó los expedientes disciplinarios abiertos a él y otros compañeros por realizar declaraciones a los medios. «Nadie se quería sentir responsable. Todo el mundo quería pasar página, que no les salpicase y no sentirse responsable de 43 muertes. Y cuanto antes mejor».