La exalcaldesa de Valencia, que durante 24 años ha sido una especie de patrona civil de la ciudad, aclamada y aupada a la alcaldía por cinco mayorías absolutas, lleva casi tres semanas de arresto domiciliario voluntario, sólo roto por causas de fuerza mayor como ir a la peluquería. Una decisión de atrincherarse detrás del visillo del ventanal de su vivienda por imperativo de la investigación judicial del presunto blanqueo y financiación ilegal del PP y por su nula voluntad de dar la cara. En todo este tiempo, Rita Barberá solamente ha cruzado un mensaje con sus correligionarios. En concreto con la líder regional del partido, Isabel Bonig, con la que había mantenido una excelente relación hasta que estalló el escándalo de la Operación Taula.

El día 2 de febrero por la tarde Barberá envió un mensaje de wasap a Bonig para protestar: «¿de qué quieres que dé explicaciones?». No obtuvo respuesta. Según fuentes próximas a las protagonistas de este intercambio de golpes „reproche y silencio„, el mensaje de Barberá fue su reacción airada a las declaraciones públicas hechas a mediodía en las que Bonig aseguró que de estar en la situación de la exalcaldesa «saldría y daría explicaciones». Así contestó a las preguntas de los periodistas sobre la situación de grave crisis en la que se encontraba ya el partido en la ciudad y que ha llevado a la senadora a esconderse.

En aquella comparecencia, de la que Barberá no perdió detalle, Bonig explicó que era conveniente esperar a que todos los concejales y asesores declararan ante el juez y al levantamiento del secreto de sumario. Acto seguido, agregó que si había pruebas contra los ediles se actuaría «con contundencia» y observó la conveniencia de que la exalcaldesa saliese a la palestra.

La senadora se decidió a difundir un comunicado esa misma noche. Para señalar que en sus años en el PP había «atendido las peticiones de donaciones» al partido pero «siempre desde la legalidad, con mi propio patrimonio y total transparencia». Negó que le hubiesen devuelto en B su aportación a la campaña dentro de una operación de supuesto blanqueo. En el citado comunicado aludió a Bonig sin citarla: «ante la pública petición por algunos miembros de mi partido y por la presión de los medios de comunicación para que dé explicaciones de la situación judicial que afecta al grupo municipal popular...».

Las relaciones de Barberá con el partido están rotas. Y su decisión de resistir hasta el último segundo es firme, según fuentes de su entorno. No piensa dimitir aunque se lo pida el presidente del Gobierno en funciones y de su partido, Mariano Rajoy. Está resuelta a aguantar y a no entregar el acta para mantener su condición de aforada y testificar en el Tribunal Supremo. Está convencida de que el levantamiento del secreto de sumario le favorecerá, una convicción con la que comulgan otros excompañeros suyos y que, según fuentes conocedoras de la investigación, carece de fundamento. Subrayan que más bien lo contrario. Que se agravará la situación de Barberá y de los concejales del PP.