­La mitad de los jóvenes valencianos que trabajan están sobrecualificados para el empleo que desempeñan y el 35,5 % de los menores de 30 años ocupados, pese a tener un puesto de trabajo, se encuentran en una situación de pobreza. Trabajar no les garantiza una vida digna.

Así lo refleja un estudio publicado ayer por el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España elaborado con indicadores estadísticos oficiales. El documento refleja la precaria situación en la que se encuentra la generación de la crisis después de ocho años de recesión económica.

Según los datos del estudio, referidos al primer semestre de 2015, la situación de los jóvenes valencianos tiene un simple y dramático resumen: cada vez se marchan más tarde de casa de sus padres, alargan su etapa formativa ante la ausencia de perspectivas laborales y engrosan la bolsa de exclusión social por sus bajos ingresos y malas condiciones laborales: contratos temporales, a tiempo parcial, de pocas horas, con sobrecualificación y bajos salarios.

La edad de emancipación sigue retrasándose. A principios de 2010, el 30 % de los valencianos de entre 16 y 29 años se había independizado. Un lustro después, sólo el 21,9 % se ha ido de casa en esa franja de edad. Es decir: el 78 % sigue en la vivienda de sus padres. Entre los jóvenes de 30 a 34 años, el 22,6 % sigue en el nido familiar.

La emancipación se enmarca en un contexto global de precariedad juvenil. Pero golpea con mucha más intensidad a quienes atesoran menos formación académica. La tasa de emancipación de los titulados superiores (33 %) dobla a la del sector con estudios primarios o sin estudios (14,9 %). Parece lógico. No tan esperable es la distancia entre ambos grupos: en el conjunto de España es de 3,2 puntos mientras en la Comunitat Valenciana alcanza los 18,1 puntos. Cinco veces más.

No estudiar aboca a la exclusión

El paro golpea con idéntica contundencia a los currículums con menos méritos académicos. El número de jóvenes ocupados se ha incrementado un 2,45 % en los últimos doce meses. Ahora, con menos de 30 años hay un 43 % de inactivos, casi un 22 % en paro y un 35 % ocupados. Pero la desocupación es muy desigual: entre los jóvenes con estudios superiores hay un 24,4 % de parados. Entre los que sólo tienen estudios primarios o carecen de titulación alguna, el desempleo llega al 52,6 %. Más de la mitad con estudios primarios está en paro. No estudiar hunde más en la precariedad y aboca al precipicio de la exclusión social.

Aunque sufran menor tasa de paro, el problema de los titulados superiores con menos de 30 años se llama también sobrecualificación: tener un nivel de estudios superior a la formación mínima requerida por el puesto de trabajo ocupado. En el segundo trimestre de 2015, el 55,8% de los asalariados de menos de 30 años se encuentra desempeñando trabajos de menor cualificación a la poseída. Las mujeres jóvenes son las más golpeadas, con el 62 % sobrecualificadas.

A esta variable de la precariedad, que ha ido en aumento en el último año, se le une otro rasgo de malas condiciones laborales: la temporalidad. Un 56 % de los jóvenes tiene trabajos con contratos temporales. El 34 % del total trabaja a tiempo parcial, seis puntos y medio por encima de la media española. Asimismo, la población joven subocupada „que trabaja menos horas de las que estaría dispuesto a asumir„ sigue presentando cifras abultadas. Ha subido un 9 % en un año y ya afecta a un tercio del total de los que trabajan (en España son uno de cada cinco). Más temporalidad, más sobrecualificación.

La nueva «pobreza laboral»

La conjunción de paro más elevado, temporalidad, parcialidad y precariedad en horas y sueldo lleva al Consejo de la Juventud de España a definir a los jóvenes como «el colectivo demográfico que más riesgo de pobreza tiene en la actualidad». El 45 % „casi nueve puntos más que la media estatal„ está en situación de pobreza según la tasa Arope (que equivale a un nivel de ingresos por unidad de consumo inferior al 60 % de la mediana).

De los menores de 30 años con empleo, el 35,5 % es englobado en el saco de los pobres o en exclusión social. Como señala el responsable del área socioeconómica del Consejo de la Juventud, Víctor Reloba, la temporalidad y la parcialidad de los contratos provoca una situación de «pobreza laboral» con una derivada nueva: un trabajo ya no es «una garantía de inclusión en el Estado de Bienestar».