Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Abriendo foco

De Guastavino a Peter Lim

Compromís consigue colar la agenda valenciana en el debate general, algo inédito desde los tiempos de Lizondo

De Guastavino a Peter Lim

Joan Baldoví somos todos. Entiéndanme bien, no se trata de un repentino azote febril. Pero así lo vemos en esta página, sin que sirva de precedente, marcando siempre distancias hacia la clase política en general y la nomenklatura de Compromís en particular. «Baldo», el portavoz nacionalista en el Congreso de los Diputados, ha hecho sonar más el gentilicio valenciano en esta semana que en lustros de parlamentarismo en la Carrera de San Jerónimo.

Lizondo. Concretamente desde los tiempos gloriosos de Vicente González Lizondo que la agenda valenciana no era visible. La crónica de estos últimos días ha asociado indefectible y rotundamente las comparecencias de Compromís -con sólo cuatro escaños y sin grupo parlamentario- con «lo valenciano». «Los valencianos de Compromís tal, los valencianos de Compromís cual?» Por incomparecencia del resto del arco político local, a los valencianos nos han enrolado a todos en ese barco. Chapeau. Se acabó pues la invisibilidad, la irrelevancia ha pasado a mejor vida. Hay una luz que ilumina las sombras de la mala reputación o, si me apuran, la incapacidad de nuestros electos para que los problemas del Regne suenen más allá de la Venta de L'Home.

Baldo. Ni Baldo, como lo llama Pablo Iglesias, ni un ejército de maulets hubieran podido machihembrar al líder de Podemos con Pedro Sánchez, por mucho que siga trabajando con denuedo su grupo en tal menester. Anoche se gafó el camino a la Moncloa del secretario general del PSOE y salvo que en los próximos dos meses ocurra un milagro -que todo puede pasar en política- caminamos hacia nuevas elecciones. Como digo, gobierno no tendremos pero eso sí: lo valenciano se ve y se oye.

Compromís. Los cuatro jinetes de Compromís están haciendo más ruido en la cuesta de San Jerónimo que los diputados valencianos de PP y PSOE con decenas de silentes en sus bancadas respectivas. Háganselo mirar. Estos chicos/as han conseguido hacer visible esa agenda valenciana en el cómputo general de una semana teatral. Fue reivindicar este grupo la deuda histórica valenciana y salir Girauta y el resto de Ciudadanos a la palestra para negar la mayor. La consecuencia ha sido la revalorización de la demanda. A la villa y corte, a los hechos cabe remitirse, le importan una higa todas las pamplinas que no procedan de catalanes o vascos, pero menos da una piedra.

Guastavino. Desde la naranja de Lizondo lo valenciano ha sido en Madrid tan invisible como Guastavino. Rafael Guastavino, el documental de cuya vida y obra fue preestrenado exitosamente esta semana con la asistencia de las primeras autoridades de la CV -Ximo Puig y Enric Morera-, fue un valenciano universal. Pero lo sabemos ahora. Guastavino fue un arquitecto aventurero valiente, apasionado, innovador, audaz, algo atrabiliario e imperfecto. Así somos. Guastavino salvó a Nueva York de las llamas venideras y exportó la bóveda tabicada introduciendo su técnica constructiva. El autor de Grand Central y 1.000 obras más en todo el mundo fue la más activa y trascendental figura de todo el compendio internacional de la arquitectura española, desde Gaudí a Calatrava -a quien la historia, como a Guastavino, absolverá-. Sin embargo hasta hace una década no era estudiado ni siquiera en las escuelas de arquitectura. Hoy los «Mestres d'obra» catalanes, capitaneados por Oriol Bohigas -el cerebro del «modelo Barcelona»-, lo reclaman incluso como propio. Pero nació a la sombra del Micalet, en la desaparecida calle Punyalers, se formó en Catalunya y triunfó en Estados Unidos. Allí entró como un emigrante por Ellis Island, el Lesbos de hoy. Todo eso empieza a conocerse ahora. Antes, como tantas cosas nuestras, era invisible.

Ciudadanos. Para acabar, les cuento una anécdota. Una asociación deportiva de carácter nacional ha escogido un valenciano como presidente. La suya era la opción más débil en un cotarro habitualmente domeñado por catalanes y madrileños. Pero los vetos entre las fuerzas dominantes propició la solución valenciana. Deberíamos rentabilizar nuestra condición de equidistantes en otros muchos ámbitos. Pero para ello es del género absurdo pegarse tiros en el pie. Intuyo el enfado de Fernando Giner -Ciudadanos- víctima del fuego amigo de sus colegas de Madrid que torpedearon la reivindicación de la deuda histórica valenciana que plantea Compromís. Aunque, bien mirado, no sólo el partido de Rivera se olvida de la Comunitat. Ni Sánchez -mal aprendiz de Frank Underwood ahora que vuelve House of Cards- ni Mariano Rajoy -que no ha leído al tan glosado Romero Robledo- se refirieron a la injusta financiación valenciana en sus respectivos discursos. Somos más visibles, sí, pero seguimos lejos del ejemplo de Guastavino. Nos va más el rollo Peter Lim.

Compartir el artículo

stats