El éxito no sólo es laboral. De hecho, los mayores éxitos en la vida suelen escapar a esa esfera.

Si le preguntas a Guadalupe Bohorques „profesora de Derecho de la Universidad Europea en Valencia„ no duda de su mayor triunfo: ser madre en solitario derribando uno tras otro viejos tabúes: la adopción, la sexualidad, la maternidad sola, la edad avanzada.

Decidió ser madre a los 40. «Me hubiera gustado serlo con una pareja. Pero a los 40 años la pareja no estaba y decidí seguir adelante», dice. Escogió la adopción por una cuestión de «justicia social». Como tantas otras familias, quedó marcada al ver el documental periodístico Las habitaciones de la muerte, que retrataba la penosa situación de los niños huérfanos en China. Inició la adopción a los 40 y el proceso terminó a los 48. Fue entonces cuando, junto a su hermana, viajó a la ciudad china de Harbin para recoger a la pequeña Jun, que tenía 18 meses y no sabía andar. La niña llevaba un gorrito amarillo y, al recibir la galleta que le daba Guadalupe y un osito iluminado, dibujó una sonrisa en su rostro que parece no haberse apagado.

A los dos meses de volver a Valencia murió la madre de Guadalupe. «Madre soltera, sin pareja y sin apoyo de abuelos. ¡Un cuádruple salto mortal!», dice.

Ha tenido que dejar a la niña con el portero de la finca de al lado para ir a la farmacia, contratar canguros, recurrir a vecinas o a una hermana, llevársela a la universidad con ella por las tardes. El resultado lo sintetiza en una ecuación de tres elementos: cansancio absoluto + sin tiempo para ti ni para nada + dificultades económicas. Pero da igual. «El deseo de ser madre puede con todo y supera todas las dificultades. Mira: la vida es de los valientes. O te paraliza el miedo, o el amor por querer tener un hijo hace que lo superes todo».